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Peinaba menos canas cuando fui invitado a la ciudad mexicana de Guanajuato por Luis Felipe Guerrero, luego elegido, hasta el presente, rector de su Universidad. Alumno de Salamanca, tuve la fortuna de dirigir su doctorado. Defendió su tesis en nuestro Edificio Histórico hace ya más de veinte años. No he regresado a la ciudad de mi amigo –él sí ha vuelto a la mía–, pero aún tengo presente el recuerdo de aquel viaje.

Como Salamanca, Guanajuato es Patrimonio de la Humanidad desde 1988. Capital del Estado del mismo nombre, su intrincado callejero recuerda a nuestro viejo casco histórico. Cada rincón está repleto de leyendas, igual que Salamanca: la Llorona, la Ninfa del Baño, el Callejón del Beso,... Churriguerescas son sus iglesias de la Compañía o de la Valenciana, como lo son nuestra Plaza Mayor o el coro de la Catedral Nueva. Sus ocho kilómetros de túneles y pasadizos recuerdan al laberinto que subyace a nuestra ciudad, aún por explorar, y que comienza donde Satanás enseñaba magia al Marqués de Villena, según se dice. En México, una “salamanca” es una cueva de brujas.

Guanajuato es, ante todo, una ciudad universitaria y cultural. Su Festival Cervantino, avalado por la realeza europea con su presencia, es la reunión artística más importante de toda Latinoamérica. Más pequeña que Salamanca, sus campus reúnen a más de 40.000 estudiantes. El escudo de la Universidad luce dos bichitos que recuerdan el nombre que los tarascos –Quanaxhuato– dieron a este lugar: ciudad de ranas. El pasado año fue la universidad pública mexicana con más visibilidad internacional. Repleta de jóvenes, su vida nocturna es intensa. Otro buen amigo, Manuel Vidaurri, me llevó a La Dama de las Camelias, un embriagador garito situado donde hubo un hospital. Manuel, que siempre tiene mesa reservada, me habló del fantasma de aquella enfermera que se aparece a los clientes como si de una mortal se tratase. El Chato –tocado con su inevitable gorra– fue quien allí a tantos entretuvo con su plática y a las damas hizo gozar con sus danzones.

En el estado de Guanajuato se encuentra la Salamanca más poblada del planeta. De allí, y del resto de sus lugares, procedieron la veintena de parlamentarios que han participado en un curso ofrecido por la Universidad de Salamanca. Anteayer recibieron sus diplomas. Regresan a casa sabiendo que nuevos congresistas visitarán nuestra ciudad, unida por tantos vínculos a su tierra. De charros para charros.

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