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«Echen a ese mufa»

Dos detalles de Francisco me hicieron sentirlo cercano. Que hablaba español como lengua natal y que le apasionaba el fútbol

Miércoles, 23 de abril 2025, 05:30

Resulta difícil valorar el legado de un Papa tras su muerte, y se me ocurren muchísimas razones, todas muy poderosas, para no hacerlo aquí y ahora. Ya se están ocupando de ello numerosos expertos, a los que podríamos llamar vaticanólogos, con formación y conocimientos suficientes. Ellos sabrán determinar si Jorge María Bergoglio deja una Iglesia mejor que la que encontró en 2013, y si su labor como referente espiritual para miles de millones de católicos ha aliviado los dolores de la humanidad y reconfortado sus almas.

Uno que ha conocido ya cinco papas, todos por la televisión, recibió en su día con agrado la noticia del nombramiento del papa Francisco. Recordaba la revolución que supuso en su día la llegada de un papa no italiano, que además era polaco y de nombre impronunciable. Años después llegó otro alemán y ya la sorpresa fue relativa. Pero con Francisco había dos detalles de su figura me hacían sentirlo cercano. Una, que como argentino, hablaba español como lengua natal. La otra era que le apasionaba el fútbol.

Como observador de lo que pasa en el mundo, yo aplaudiré siempre al dirigente, político o espiritual, que se esfuerce en tender puentes, buscar acuerdos, ayudar a que la gente se entienda, se lleve bien y trabaje unida por el bien común. Llámenme inocente, pero a mi edad uno aún sigue soñando con utopías. Siempre me pareció que Francisco quiso implicarse más en esos objetivos, acercar la Iglesia a la sociedad del siglo XXI. Pero ah, amigos, la secular institución que ahora está huérfana a la espera de nuevo líder es como un trailer pesadísimo difícil de conducir, que no admite volantazos bruscos sino giros muy sutiles. Y ahí los simples gestos son merecedores de aplauso. Gestos como que el primer viaje de Francisco tras tomar posesión del trono de Pedro fuese a la isla de Lampedusa, que sufría la desesperación de miles de inmigrantes que llegaban en oleada. Este papa no viajaba en busca del aplauso fácil. Países de tradición católica como España no estaba entre sus prioridades. Había asuntos más urgentes que atender en otras partes. De esto deberían tomar nota nuestros políticos, tan aficionados a visitar terreno abonado en busca del aplauso fácil y tan reacios a pelear por el voto en territorios comanches.

Seguidor declarado del San Lorenzo de Almagro, no hace mucho admitía que hacía largo tiempo que no veía jugar a su equipo. Pero llevaba en su corazón a «los Cuervos», a quienes iba a ver con su padre desde los 8 años al viejo Gasómetro. En 2008 se hizo socio del club. Cinco años después fue nombrado papa y San Lorenzo ganó la siguiente Copa Libertadores, la Champions sudamericana.

Estos días se recuerda la anécdota que contaba el técnico argentino Alfio «Coco» Basile, cuando en marzo de 1998 fue nombrado entrenador del equipo para sacarlo de una mala racha. Tras la arenga a los suyos antes de salir al césped, entró un sacerdote a desear suerte a los jugadores y Basile hizo que lo echaran de allí. «Si me han venido a buscar a mi porque no ganan a nadie, ¿para qué viene el cura?», le dijo al presidente Francisco Miele. «Es mufa» (gafe).

Quince años después y casualmente otro 13 de marzo, Miele y Basile se reencontraron. «¿Viste quién es el papa?» le dijo el presidente al técnico. «Boludo, lo sabe todo el mundo, Francisco», contestó Basile. «Pues Francisco es Bergoglio, el que vos echaste del vestuario». La anécdota de Basile era buenísima, pero falsa. El sacerdote al que echó de vestuario aquel día era en realidad el asesor espiritual de la institución, Domingo Pizzulli, como él mismo confirmó después. Pero importa poco. Fuera o no el futuro papa Francisco, en el debut de Basile San Lorenzo de Almagro goleó 4-1 al Platense. Otro gesto.

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