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A propósito del desafortunadísimo comentario de texto de la antigua selectividad, que les ha caído a los estudiantes de este año, diré que es falso que las universidades privadas sean más caras y elitistas que las públicas. La gran diferencia entre una y otra es que las públicas las pagamos todos, incluidos los que llegan a fin de mes con dificultades. Y, además, lo tenemos que hacer sin rechistar a través de nuestros impuestos. La ministra Montero es implacable con la recaudación y no es de las que perdonan ni un euro.
Mientras que las universidades privadas se financian con las matrículas de aquellos estudiantes que acceden a ellas. Con esto no estoy tomando partido por una o por otra. Han convivido y convivirán si no hay alguien que meta sus zarpas para demonizar a cualquiera de las dos.
Esta forma de pensar que refleja el editorial del comentario de texto encaja bastante con el pensamiento de alguna exministra socialistas que llegó a asegurar sin rubor que el dinero público no era de nadie.
Pero, ¿es capaz un estudiante que va a acceder a la universidad, con 17 o 18 años, de discernir entre tanto mensaje interesado? O, lo que es peor, ¿se atrevería un alumno a opinar libremente sobre un texto tan politizado sin temor a la nota? Yo creo que no.
Desconozco las intenciones del que ha colado un artículo tan manipulador en el examen, pero está clara la carga ideológica y mal intencionada. Dudo mucho que el texto pueda servir para evaluar con objetividad la capacidad de razonar de unos alumnos temerosos de las notas por o mucho que se juegan.
Lo importante es que padres y alumnos podamos elegir en libertad. Sé que alguien desde el sectarismo propio de la izquierda dirá que el que tenga dinero podrá elegir, pero no es del todo cierto, porque los centros universitario privados disponen también de un programa de becas del que se pueden beneficiar alumnos buenos con menos recursos económicos.
Los que se decantan por las enseñanzas públicas a base de desprestigiar las privadas son los que carecen de argumentos más allá de los topicazos de siempre y de un convencimiento acérrimo de que lo bueno es el adoctrinamiento para enseñar al individuo a no pensar y que sea mucho más fácil someterlo.
El editorial de El País que han tenido que analizar por pobres estudiantes es totalmente inapropiado para un examen de acceso a la universidad. Con el agravante de que muchos de los estudiantes que se examinan estarán el próximo año en un centro de este tipo.
Por favor, respeten. Respeten la libertad para elegir. Para elegir universidad, para elegir colegio, para elegir todo: sanidad, religión y hasta cómo me gasto el dinero, sin que nadie me condene por invertir mis ahorros en una segunda vivienda. Que no salga cualquier ministrillo de este Gobierno, sanchista o podemita, a justificar a los «okupas» o a que me digan a qué precio tengo que alquilar mi piso.
El adoctrinamiento es un pecado capital en el que suele caer con más facilidad la izquierda que la derecha y mucho más los regímenes totalitarios revestidos de falsas democracias, como la Venezuela chavista donde las elecciones simplemente son un paripé más.
Pero es inconcebible que desde las universidades o desde los institutos, cuya principal misión es formar al individuo para que sepa elegir en libertad, para que sepa pensar por sí mismo, se permita tal adoctrinamiento. Están tardando en salir los responsables a pedir perdón a las universidades privadas, a los padres y, sobre todo, a los alumnos por haberlos intentado manipular. Pero la paternidad del desaguisado no será de nadie.
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