«Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras», decía Don Quijote. Y en España asistimos a fenómenos paranormales en la política nacional desde la llegada del sanchismo al poder. Estamos viendo «cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión», como confesaba entre lágrimas Roy Batty (el replicante encarnado por Rutger Hauer, en 'Blade Runner').
Nunca habíamos visto una negociación entre un presidente del Gobierno y el líder de la oposición con mediador internacional, como si se tratara de un armisticio entre dos naciones en guerra o un acuerdo de desarme con un grupo terrorista. Y, si nadie lo remedia, lo veremos. Veremos a Pedro Sánchez pactando el Consejo del Poder Judicial con Alberto Núñez Feijóo bajo la mirada, suponemos que incrédula, de un alto dignatario de la Unión Europea. Una escena inaudita, increíble, inconcebible en una supuesta democracia.
Esa estampa propia de países tercermundistas la podremos disfrutar gracias a la iniciativa del líder del PP, que no ha sabido resistir la presión del aparato monclovita y mediático del sanchismo y ha acabado pactando con quien nunca debería pactar nada la renovación del CGPJ que tanto ansía el del Falcon. Ha metido de matute el intermediario europeo, como si su sola presencia sirviera para garantizar la fiabilidad del menos fiable de los políticos paridos por nuestra democracia.
Parece mentira que Feijóo no se haya dado cuenta, tras cinco años de experiencia, que Sánchez no tiene palabra ni dignidad y que solo cumple los compromisos con sus impresentables socios de gobierno en caso de resultar indispensables para mantenerse en el poder.
Los antecedentes de incumplimientos, trampas y mentiras del inquilino de La Moncloa darían para escribir un libro mucho más extenso que su reciente «Tierra firme». Y aun así, el gallego se cree capaz de traerle al redil de la decencia, como si Sánchez estuviera dispuesto a negociar un CGPJ pensando en el bien de España y en la normalidad institucional y democrática de nuestro país. El mismo Sánchez que ha hecho bandera de la ocupación de las instituciones, los organismos y las empresas estatales. El mismo que ha anunciado a bombo y platillo un muro entre su «Gobierno de progreso» y lo que él considera extrema derecha, en la que iguala al PP y Vox. El mismo que se ha propuesto, y va camino de conseguir, bloquear la posibilidad de alternancia en el poder, una de las bases de la democracia.
Parece mentira que Feijóo, un político bregado y experimentado, no haya sospechado que Sánchez le está engañando una vez más. Con o sin mediador, el del Falcon le robará la cartera. Pactará la renovación del Poder Judicial para conseguir una mayoría de miembros nombrados por el PSOE y a partir de ahí, si te he visto no me acuerdo. Aunque acabe firmando el compromiso de tramitar la despolitización del CGPJ ante la Unión Europea o ante el mismísimo papa Francisco, no soltará el control de los jueces bajo ninguna circunstancia. Ya encontrará excusas y vericuetos para mantener atado y bien atado el Consejo, para eso tiene mayoría en el Congreso y la posibilidad de revertir cualquier ley que le resulte inconveniente.
Con Sánchez no valen los acuerdos verbales o escritos, ni la palabra dada ni el apretón de manos. Es muy capaz de incumplir el pacto y después insultar a Feijóo entre carcajadas. Y no tiene la culpa. Está en su naturaleza. Quien tiene la culpa es quien no ha calado ya su ambición y su chulería sin límites. Ya saben: si me engañas una vez, es culpa tuya, pero si me engañas dos… Hasta Sancho Panza se habría dado cuenta.