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DE CALLE

El último tren

En las elecciones del 23-J dejamos pasar el último tren para tener un Gobierno que no ahonde en la marginación del Oeste

Jueves, 23 de noviembre 2023, 06:00

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Tras el bajonazo de la pandemia, la esperanza de vida en España sigue subiendo cada año y está ya por encima de los 83, cuando en los sesenta no pasaba de 70 años. Es un consuelo, porque si la longevidad continúa ascendiendo a buen ritmo, los salmantinos del 'baby boom' de los sesenta tendrán alguna oportunidad de subirse, ayudados por el bastón o en silla de ruedas, al recuperado tren Ruta de la Plata. Al paso que va la burra, quien no se acerque a los cien años lo tiene muy complicado.

Había una posibilidad muy cierta de reabrir antes de 2040 la ruta que cerró Felipe González en 1985, con la excusa de que viajaban pocos pasajeros, pero los sucesores del ahora añorado expresidente no están por la labor. El Gobierno de Sánchez no va a defender como prioritaria esa línea ante la Unión Europea, a pesar de que el Parlamento de Bruselas aprobó hace solo unos meses una propuesta para destinar fondos a acelerar el proyecto. El corredor que tanto interesa a Salamanca, porque confirmaría su condición de nudo logístico del Noroeste, tendrá que esperar hasta 2050, si no llega de inmediato un Gobierno 'amigo' de esta tierra que tuerza los planes de Moncloa de ahondar en la marginación del Oeste empobrecido y despoblado.

Lo de la pobreza no es broma. España es el cuarto país de la Unión Europea con más porcentaje de población en riesgo, solo detrás de Rumanía y Bulgaria y prácticamente al mismo nivel de Grecia. Con la llegada del sanchismo al poder en 2019, la estadística no ha hecho sino empeorar.

En Salamanca hay nueve mil personas que viven gracias a lo que les aporta el Banco de Alimentos: un millón trescientos mil kilos de alimentos cada año. Y los responsables y trabajadores de la ONG no dan abasto. Con esta combinación gubernamental de socialistas y comunistas, apoyados en supremacistas y separatistas catalanes y vascos, cada vez hay más pobres. No sabemos si se trata de una estrategia deliberada, lo que sí sabemos es que a este Gobierno le encanta tener subsidiada a la gente, porque prefiere repartir peces a enseñar a pescar. O dicho de otra manera: que en lugar de fomentar la creación de empleo estable y de calidad, opta por repartir subsidios y ayudas a mansalva para que la población dependa cada vez más del cada día más elefantiásico presupuesto público. En los últimos años de Mariano Rajoy, las administraciones manejaban en España en torno al 42% del gasto nacional y el 58% restante de la economía lo generaban las empresas y los autónomos. Con Sánchez el dinero que manejan los políticos ha saltado del 50%, con el presupuesto disparado a máximos históricos... y somos más pobres.

Aumenta la pobreza, pero eso sí, tenemos el Gobierno más caro de la historia, con 22 ministros, con cuatro vicepresidencias, 336 altos cargos y 1.062 asesores nombrados a dedo y bien pagados.

Entre ellos el nuevo ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy, un podemita arrepentido al que se le caen las babas hablando de la dictadura castrista y en cuyo programa figura dejar al Banco de Alimentos sin los fondos europeos de los que se nutre, aparte de la Gran Recogida. El ministro pretende sustituir el reparto de alimentos a las familias necesitadas por «tarjetas monedero» (¿en homenaje a uno de los fundadores de Podemos?) con requisitos más duros que los exigidos ahora para recibir ayudas. El resultado, a la vista de cómo ha tramitado el Gobierno el Ingreso Mínimo Vital, puede ser catastrófico.

Es lo que tenemos con este Gobierno y no tiene remedio. El último tren lo dejamos pasar el 23 de julio.

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