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No vamos a escandalizarnos ahora de que los estadounidenses voten en masa a un tipo como Donald Trump, representante del populismo friki rayano con el disparate, porque también en España votamos a un tipo como Sánchez, representante del populismo socialcomunista y bolivariano, que aunque no gana elecciones recoge suficientes votos como para gobernar en las peores compañías.
El nacionalismo económico y el proteccionismo de Trump pueden hacer daño a la economía salmantina y algunos de los empresarios locales que exportan a EEUU están preocupados, pero el del Flequillo ya pasó cuatro años por la Casa Blanca y tampoco nos fue mucho peor que con Biden, al que también le encantaba poner aranceles a los productos del campo español.
A Sánchez y Trump les une esa pulsión autócrata que el socialista ha ido desarrollando a medida que se aferraba con más y más fuerza al sillón de La Moncloa. El concepto de democracia que ambos comparten es lo más alejado del común de los demócratas. Para ellos la democracia está bien mientras les sirva para alcanzar y mantener el poder, y a partir de ahí les sobra.
El presidente del Gobierno sigue dando muestras de esos tics autoritarios en cuanto tiene ocasión. El último ataque al concepto de democracia como poder del pueblo ha sido el asalto al Consejo de Administración de Televisión Española, ejecutado en primera instancia mientras cientos de valencianos perecían ahogados durante la riada y ratificado días después tras resucitar la actividad del Congreso de los Diputados exclusivamente para confirmar los bien pagados pesebres para sus socios golpistas, separatistas y comunistas.
Ese concepto tan trumpiano de la política como ejercicio del poder contra todos los que no te votan o no piensan como tú lo aplica Sánchez a rajatabla. Ahora se dispone a chantajear a la oposición: o sus socios y Feijóo le aprueban los presupuestos o no habrá dinero del Estado para los afectados por la Dana en Valencia. La extorsión convertida en arte. No le importan las vidas ni las haciendas, sino detentar el poder a toda costa. Porque una vez que le aprueben los presupuestos (donde incluye el pago de peajes a sus socios) tendrá asegurado el resto de la legislatura.
Los diez mil millones deberían estar ya consignados para reconstruir Valencia. El Gobierno tiene dinero de sobra, tras batir todos los records de recaudación de impuestos (más de 200.000 millones en lo que va de año). No hubieran hecho falta caridad, ni solidaridad, ni voluntarios, si la UME, el Ejército, la Policía, la Guardia Civil y Protección Civil hubieran acudido a la zona cero desde el primer día. El Gobierno y la Generalidad valenciana tenían dinero y medios para hacer frente a la catástrofe, pero la ceguera de Mazón que no supo pedir ayuda y la estrategia de Pilatos Sánchez provocaron la anarquía. No somos un país tercermundista, pero la marea de voluntarios, el envío masivo de comida y el caos en los trabajos han ofrecido una imagen de subdesarrollo. Todo para perjudicar el PP valenciano.
Este es su estilo. El que le llevó a declarar con toda la chulería aquello de «si quieren ayuda, que la pidan». La misma estrategia con la que ha retrasado el envío del Ejército a las zonas inundadas para ver si el desastre y los muertos le hacían daño a Mazón y ponían en bandeja el triunfo del sanchismo en las siguientes elecciones. Sánchez solo se ha mostrado humano cuando en Paiporta huyó de los violentos con el rabo entre las piernas. Por su cobardía sabemos que tiene sentimientos.
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