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El rector ha entendido que no puede permitir que le sigan atacando sin defenderse. En primer lugar, porque las arremetidas no van solo contra su persona, sino que representan un intento de desprestigiar a la Universidad de Salamanca como institución.
Juan Manuel Corchado reaccionó de manera contundente el pasado jueves en una rueda de prensa en la que denunció la campaña de acoso, la auténtica persecución personal y profesional que se inició desde el mismo momento en que anunció su candidatura al Rectorado.
Al día siguiente, en la inauguración del curso, Corchado abordó también ese espinoso asunto de las acusaciones por las autocitas para dejar claro que mantiene su compromiso con la ética, la verdad y la honorabilidad, y para hablar en este caso de «intereses externos» que intentan gobernar la Universidad. Y es verdad que existen esos intereses externos, encarnados en medios de comunicación afines al Gobierno sanchista y que implican también al Ministerio de Educación y Ciencia. Pero también es cierto que la campaña en su contra ha partido desde dentro de la institución académica. Nunca han dado la cara, han actuado siempre en la sombra y han utilizado las redes sociales de forma anónima para extender bulos e infamias. Han llegado, tal y como denunció el rector, a la suplantación de identidad y a atentar contra su honor. Eso ya es llegar demasiado lejos y Corchado debería sopesar la posibilidad de emprender acciones legales contra esa banda.
Todos los rectores han padecido una oposición interna, ligada a veces a los candidatos perdedores en las elecciones. Casi siempre ha actuado desde la lealtad y la responsabilidad, justo lo contrario de lo que está ocurriendo ahora.
Otro aspecto que diferencia a este grupo, más o menos organizado, de lo conocido hasta ahora es su carácter oculto y vergonzante. Y lo más extraño es que a ese movimiento de guerrilla subterránea se le haya sumado la cañonería gubernamental, cuyo interés en atacar a la Universidad de Salamanca no es fácil de entender.
El caso es que Corchado ha decidido salir al paso de las críticas con una mano mientras con la otra dibuja un futuro ilusionante para el Estudio. El viernes expuso su ambicioso plan para hacer crecer a la Universidad en todos los frentes, en número de alumnos y sobre todo en la especialización en carreras tecnológicas ligadas a la inteligencia artificial, la biotecnología, la robótica o las ciencias de la salud.
El rector dispone de seis años por delante para concretar los muchos proyectos de nuevas instalaciones, titulaciones y másteres. Para ello confía en contar con el apoyo de la Junta de Castilla y León, cuya consejera de Educación le respaldó en la inauguración del curso. Por cierto, que Rocío Lucas evitó en su discurso entrar en la polémica, aunque había quien esperaba una defensa explícita del rector que no se produjo. Seguramente acertó, porque hubiera significado politizar el asunto, cuando el rector nunca se ha significado a favor o en contra de ningún partido político, y ofrecer así una excusa al Gobierno sanchista para reforzar la campaña contra el Rectorado.
Del rector debemos esperar que se mantenga firme, porque los ataques pueden continuar. Si sus enemigos no encuentran argumentos, se los inventarán. Pero Corchado tiene detrás a la gran mayoría de la comunidad universitaria, que le mostró su apoyo incondicional en la ceremonia de inauguración, y también el de las instituciones regionales y locales que son conscientes de la importancia de mantener el prestigio de la Universidad de Salamanca.
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