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DE CALLE

Humillación sin límites

Cuando un presidente del Gobierno pierde la vergüenza, si la ha tenido alguna vez, su capacidad de humillación no tiene límites

Domingo, 3 de diciembre 2023, 06:00

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Mientras escribo este artículo, el Gobierno de Pedro Sánchez está sentado con un prófugo de la Justicia decidiendo el futuro de España. No sabemos en qué lugar de Ginebra se han reunido porque el Gobierno de Sánchez nos considera súbditos, borregos, plebeyos que no merecen conocer las circunstancias de esos encuentros en los que ambas partes van a jugar con la unidad de España y van a pactar la ignominiosa amnistía exigida por quienes atentaron contra esa unidad.

No sabemos ni el orden del día ni el menú. Sí sabemos que en los siguientes encuentros habrá un experto en terrorismo colombiano en el papel de mediador, como si estuviéramos ante un conflicto entre dos naciones al final de una guerra. La presencia de este intermediario constituye una vergüenza para cualquier democracia occidental, una humillación para todos los españoles al poner a nuestro Gobierno al nivel de un delincuente, pero tampoco podemos ir más allá, porque nadie ha explicado qué papel va a representar el tal Francisco Galindo Vélez, impuesto por el dueño de los siete votos que hicieron presidente al del Falcon. Ninguna de las dos partes ha informado del contenido de las negociaciones ginebrinas, porque todo este cambalache se está fraguando en el más oscuro de los secretos, en la sombra de la sospecha, lejos de las luces del conocimiento y en lo más profundo de una bochornosa oscuridad.

La amnistía con la que trafican Sánchez y Puigdemont supone un baldón para nuestra democracia. Significa tanto como reconocer que los golpistas tenían razón y que los equivocados eran los jueces que les han condenado. Amnistiar al prófugo y sus compinches es lo mismo que admitir que en España no hay democracia, que la Justicia actúa por motivos espurios y que debemos pedir perdón a quienes atentaron contra la unidad de la patria. Con las conversaciones de Ginebra el Gobierno de nuestra nación se humilla a los pies de un delincuente. Cualquier atisbo de dignidad desaparece cuando vemos a los representantes de todos los españoles inclinar la cerviz ante un supremacista iluminado, un personaje bastardo cuyo único objetivo declarado es acabar con España. Y este es el tipejo es el que rige los destinos de nuestro país, porque a Sánchez no le importa dejarse llevar con tal de mantenerse en el poder.

Esto es el mundo al revés. Lo normal hubiera sido que un español hubiera mediado en su día entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno colombiano tras cincuenta años de guerra, pero estamos asistiendo al fenómeno contrario: un experto en las FARC media entre el Gobierno de España y una pandilla de delincuentes investigados por terrorismo. La sola presencia de Galindo es un insulto, un escupitajo en la cara de todos los españoles.

Y a todo esto, ¿qué dicen los socialistas? ¿qué opinan los cargos del PSOE en España y en Salamanca? Pues, por muy sorprendente que parezca, no les supone ningún cargo de conciencia. Lo demostraron el pasado viernes los concejales del Ayuntamiento de la capital comandados por José Luis Mateos. Se ponen de perfil y tragan con una ley que consolida la demolición de la democracia y la existencia de españoles de primera, los catalanes y vascos, y de segunda o tercera, los salmantinos entre otros muchos.

Lo siguiente será llamar a los cascos azules para que medien entre las hordas de los CDR y las fuerzas del orden. Parece imposible, pero también parecía imposible lo que ocurrió ayer en Ginebra. Cuando alguien pierde la vergüenza su capacidad de humillación no tiene límites.

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