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Se quejaba ayer en el Foro Gaceta y con razón la consejera de Empleo, Leticia García, del maltrato a los autónomos por parte del Gobierno de Pedro Sánchez. El Ejecutivo socialcomunista solo se acuerdo de ellos para ponérselo cada día más difícil, aprobando más impuestos, cotizaciones más altas y mayores gastos salariales para los que tienen algún empleado a su cuenta. Por eso la Consejería de Empleo va a poner en marcha planes de apoyo específicos para los sufridos autónomos, sobre todo para evitar que cuando llegue la jubilación cierre el negocio, que es lo que está pasando ahora en Salamanca y en general en Castilla y León con muchos comercios y locales de hostelería.
Decía Leticia García que los impuestos y las cotizaciones se llevan entre el 40 % y el 60 % de los ingresos de los negocios regentados por autónomos en España, y así no hay quien sobreviva.
La consejera aseguró en el Foro que para la Junta de Alfonso Fernández Mañueco, «la mejor forma de inclusión social es el empleo», una filosofía que choca de frente con la política sanchista basada en la inclusión social a través de los subsidios. Al final, las dos administraciones, Gobierno y Junta, conceden ayudas a los más necesitados, pero con una intención diferente: Sánchez y su ministra de Trabajo, la comunista Yolanda Díaz, pretenden eternizar la situación de dependencia de las ayudas públicas, confiando en la compensación del voto favorable a sus colores de los más necesitados, mientras que Mañueco y García pretenden ligar el cobro de los subsidios a la búsqueda de empleo, por una cuestión de dignidad. Otra cosa es que lo consigan, que para eso tienen que cambiar muchas cosas en las oficinas del Ecyl.
De todas formas, Sánchez no está por la labor de dedicarle un minuto al problema de los parados y menos aún al sufrimiento y la paulatina extinción de los autónomos. El inquilino de la Moncloa está en otras batallas. Ahora le ha dado por resucitar la momia de Franco y la conjura judeomasónica, muy propia de los tiempos de la dictadura.
El comodín del dictador es un recurso habitual del autor del manual de resiliencia. Al generalísimo lo saca a pasear siempre que le conviene desviar la atención del público respecto a sus más íntimas y cercanas corrupciones. En esta ocasión, la maniobra le ha salido un poco forzada, porque ha tenido que tergiversar la historia y las matemáticas a la vez (por separado, todavía tendría un pase). Dice Sánchez que se cumplen cincuenta años de democracia en enero de 2025 y anuncia un centenar de actos para celebrar semejante efeméride. Lo que pasa es que las cifras no cuadran, porque hace cincuenta años el dictador estaba vivito y coleando antes de morir en la cama en noviembre de 1975, y la democracia no llegó a España hasta, como muy pronto, el 15 de junio 1977 cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas tras la dictadura.
A Sánchez le da igual. Miente, engaña, tergiversa la historia, y se inventa una conjura del PP y los jueces contra su persona y su entorno. Ahora resulta que los jueces, los mismos de la Gürtel, de los trajes de Camps, de Bárcenas o de Púnica, los mismos que condenaron a políticos y empresarios ligados a la derecha por el «caso de la construcción» en Castilla y León, los mismos que han procesado a un consejero y altos dirigentes de la Junta del PP por el caso Perla Negra... esos jueces ahora son todos del PP y militan en el más exquisito antisanchismo.
Como diría Isabel Díaz Ayuso, este presidente se ha vuelto loco. Pero ahí sigue, haciendo todo el daño que puede.
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