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Supimos que en el transcurso de la gala de entrega de los Premios de Periodismo Cossío, el presidente de la Junta tomó la palabra y se puso a dictar unas cuantas lecciones de periodismo. Concretamente exigió a los periodistas el máximo rigor y que fueran más valientes, más libres, más independientes y con más capacidad crítica. Tiene más razón que un santo, claro, pero reconozcamos que la petición, por su parte, es un poquito temeraria.
Todo el mundo sabe que en el sector editorial abunda la figura del negro, entendiendo por ella, esa definición que especifica nuestro diccionario como aquella persona que trabaja anónimamente para el lucimiento y el provecho de otro, especialmente en trabajos literarios pero también en la redacción de esos discursos que de vez en cuando nos largan nuestros políticos, en general confeccionados por algún aplicado periodista. Pudiera ser que me equivoque, pero sospecho que el discurso de Mañueco en los Premios Cossío, fue una venganza de su negro, descontento por alguna causa.
Recuerdo que a Ana Rosa Quintana se le sublevó su negro, insatisfecho con las condiciones laborales, y mientras ella estaba presumiendo en directo por televisión de las 100.000 copias que llevaba despachadas de su pastiche, un lector estaba haciendo públicas por todas partes las pruebas de que había párrafos literalmente calcados de novelistas como Danielle Steel y Ángeles Mastretta.
Ya sé que el discurso de Mañueco no está plagiado de otros políticos (sólo él y Pablo Iglesias se permiten dar lecciones a los periodistas) pero huele a vendetta de su negro poniéndole al pie de caballos ante los periodistas que siendo rigurosos y críticos, como pide, pudieran pensar que también él se podría aplicar el cuento, por ejemplo, en su relación con Vox, partido con el que se vio obligado a pactar para sacar adelante su legislatura en una pacto tan nefasto e interesado como el de Sánchez con los independes.
Así que estaría de lujo que él también se mostrase crítico con la ultraderecha y que actuase con más libertad, valentía e independencia con respecto a ella en asuntos como la violencia de género (a la que ni siquiera se atreve a llamar por su nombre), inmigración, curiosos protocolos antiaborto, negación del cambio climático o del contagio de enfermedades vacunas, caprichosos cambios en el calendario de festividades, degradación institucional acompañada de insultos y peinetas, supresión de servicios como Relaciones Laborales, y otros temas importantes que solo nos remiten al pasado más oscuro.
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