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De todos los detalles de la penosa comparecencia de Rubiales ante su asamblea, seguro que el que provocó mayor vergüenza ajena fue observar la caterva de pelotas aplaudidores que colocados estratégicamente en primeras filas, refrendaban las absurdas explicaciones de uno de los tipos más zafios, corruptos, impresentables que nos hayamos echado a la cara.
En un primer momento parecía que podían ser simples maniquíes preparados para la ocasión accionados por algún extraño artilugio que les hacía restallar palmas al compás de cada frase del perturbado orate pero fijando más la atención, comprobamos que eran sujetos de carne y hueso, representantes territoriales de distintas federaciones, clubs, árbitros, en fin, supuesta gente entrañable del fútbol quien sabe si hechizada por algún sortilegio. Y entre ellos, también vimos aplaudir las machadas del cavernícola mandamás a los actuales seleccionadores.
Lo que me pregunto es cuál de todas las hazañas perpetradas por Rubiales a lo largo de su presidencia, vitoreaban con más ganas estos pobres tiralevitas: ¿Sería el pulso firme con el que su jefe se cargó a Lopetequi nada más aterrizar en el cargo en vísperas del Mundial de Rusia desbaratando todo el trabajo realizado y abocando al equipo al triste papel desempeñado?
¿Será la facilidad con que escapó de la denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción presentada por su tío, el exjefe de Gabinete del presidente, en la que especificaba que con la excusa de unas jornadas de trabajo organizó, tirando de las tarjetas de la Federación, una fiesta erótico-festiva para solaz de su equipo más directo en un chalet privado de Salobreña donde no faltó la contratación de ocho o diez chicas jóvenes al más puro estilo Berlusconi? ¿Aplaudirían su astucia negociando las comisioncitas del traslado de la Supercopa a Arabia Saudita filtrados en aquellos audios de distendida charla con Piqué? ¿O será los casi 700.000 eurazos al año que había conseguido que le estipulasen como salario y que sin embargo no entorpecían la subvención de 3.000 euros mensuales de ayuda a la vivienda?
¿Aplaudirían el estilo simiesco con que se agarra los genitales en el palco en presencia de la reina y la infanta o, en fin, aplaudirían ese beso no consentido plantado en los labios de una jugadora a la que después, como todos los acosadores, acusaría de tomar ella la iniciativa? Es obvio que deberían aclarárnoslo para que todos sepamos si la labor y las prácticas del destituido quedan o no quedan definitivamente clausuradas.
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