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Como cuando una televisión puso hace treinta años a decenas de miles de salmantinos a bailar la conga en la Plaza Mayor, Salamanca ha vuelto a ser noticia nacional, esta vez de la mano de un individuo llamado Juan Luis Cepa, que al parecer lleva más de diez años «representándome» como procurador socialista por Salamanca en las Cortes de Castilla y León, y digo al parecer porque no es (o era) más que otro político «invisible», uno más de los que calientan los escaños.
Pero el señor Cepa, que actuaba de portavoz de Agricultura y Ganadería del Grupo Socialista, no ha saltado a las portadas precisamente por haber sido nombrado asesor de la candidatura de Kamala Harris en asuntos de planificación ganadera o por haber traducido del flamenco la farragosa legislación agraria de Bruselas, sino por lo que él mismo denominó «motivos personales» como causa de su dimisión el pasado lunes, unos «motivos» que en realidad escondían las investigaciones judiciales que se llevan a cabo sobre un feo asunto de presunta agresión sexual a un niño de 13 años y que han puesto de nuevo al PSOE en una delicada situación de credibilidad, hasta el punto que ni siquiera su secretario general regional, Luis Tudanca, ni su homólogo salmantino, David Serrada, hayan hecho declaración alguna para explicar tan escabroso asunto. En lugar de dar la cara, que sería su obligación, han echado por delante a su secretaria de Organización, Ana Sánchez, para dar una mano de pintura al tema con las habituales palabritas del Niño Jesús, huecas y «woke», como «tolerancia cero» o «lo primero, siempre es la víctima». La consigna en el PSOE no varía, pase lo que pase, de la corrupción a la violencia machista pasando ahora por los delitos sexuales: no mover el avispero. Y además, ahora, de vacaciones, cualquiera se levanta de la hamaca, ¡qué pesadez!, da igual sociatas que populares, gente feliz y dueña de sus barbacoas…
Y esta es la vela que nos alumbra, lo sórdido, lo cutre, lo mísero de la España abandonada. Y ahí está Salamanca, nada de un premio Nobel doctorado por la Universidad, nada de comunicaciones modernas y versátiles, nada de una exposición de Yayoi Kusama (como la que se puede ver hasta el 29 de septiembre en la Fundación Serralves de Oporto), nada de cursos de verano, nada de intelectuales dando conferencias. Nada de nada. Un tío «invisible» como noticia desde la cara oculta de España.
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