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Escribo conmocionado. Escribo poco después de conocer que Pedro Sánchez tampoco ha querido declarar ante el juez Peinado, parapetado en su derecho a hacerlo y en un más que evidente vicio familiar. Escribo poco después de conocer que Pedro Sánchez, tras su negativa, se ha querellado contra dicho juez por prevaricación. Estoy conmocionado. El paladín «fake» de la transparencia y la democracia no es capaz de dar a la ciudadanía la más mínima -y obligada- explicación sobre las sospechas que recaen sobre su esposa y ahora más que nunca sobre él, aplicándose además la estrategia popular de que la mejor defensa es un buen ataque: la culpa es de la derecha, de la ultraderecha, de los pseudomedios, del chachachá y ahora directamente y al cuello, del juez. Escribo conmocionado: no sólo tengo que sufrir sentirme exiliado, sino que tengo que vivir con el trauma de la vergüenza ajena y del asombro absolutos, y bajo un implacable yugo del miedo. Sánchez está destrozando las instituciones y el orden constitucional; está sometiendo a la Justicia y desintegrando la unidad de España, además de hacer de la corrupción y los chanchullos una manera de gobernar. Franco, bajo su dictadura, reconstruyó desde la nada un país; este tío lo está echando todo abajo como nunca antes nadie se atrevió, «catedráticas» universitarias sin titulación incluidas, para vergüenza de una Universidad que traga en silencio. En este punto les remito al artículo de Juan Manuel de Prada en ABC el pasado sábado día 27, «La depredación de la Universidad».
En mi conmoción (no es rabia, es terror en directo) pregunto a expertos juristas y la respuesta es que la querella de Sánchez creen que no tenga recorrido. Pero el mal ya está hecho, pues tantas vueltas de tuerca del «sanchismo» han destrozado nuestro sistema, su base de libertad y convivencia. Por mucho que España esté de vacaciones, somos conscientes de que mañana será peor. Y aun sintiendo como siente el frío cañón de la pistola en su cabeza, sólo la Justicia a pie de calle puede sacarnos de esta, única esperanza en un país que se asoma peligrosamente a la Venezuela de Maduro, porque como escribía ayer nuestro director, «tampoco aquí hay freno a la voluntad del líder supremo», un Pedro Sánchez que es «presidente, marido y pirómano», en acertada descripción de Maite Rico en «El Mundo» del pasado martes. Revisitando a Juan Rulfo, España en llamas.
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