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Francia: una política migratoria nefasta

Domingo, 9 de julio 2023, 05:30

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Estudié y viví en París entre 1965 y 1967, tres años que fueron relevantes en mi vida. La guerra de Argelia (ocho años de guerra y 175.000 muertos) ya había terminado, pero la independencia no trajo a los argelinos ningún incentivo para vivir en su país, así que siguieron emigrando a Francia en cantidades crecientes. En verdad, el colonialismo fue un gran desastre, y la descolonización aún mayor.

Ya en aquella época —y con De Gaulle en la presidencia de la República— la política de vivienda dirigida a los inmigrantes era, más que errónea, suicida. Grandes bloques de apartamentos dedicados a los inmigrantes provocando una imparable endogamia (gettizda) y un gran marginación social. La explosión actual no es sino la trágica consecuencia de aquellos guetos inducidos hace ya más de medio siglo.

El balance a 5 de julio de esta última insurrección son tres muertes, 700 policías y 35 bomberos heridos. Más de 6.000 coches y 39 autobuses quemados. 1.000 comercios dañados. 150 oficinas de correos atacadas y 80 cajeros automáticos destrozados, además de 10.000 contenedores de basura quemados y 269 ataques a comisarías.

Todo esto comenzó el 27 de junio, cuando un policía, verosímilmente desbordado, disparó contra un menor y lo mató. El muchacho iba al volante de un Mercedes deportivo que se había saltado un control tras serle dado el alto. Aquel chaval se llamaba Nahel Merzouk y era de origen argelino. Tenía 17 años (no tenía por eso carnet de conducir), con 15 interpelaciones judiciales por delito de narcotráfico. Ahora, la madre de Nahel nos dice que su hijo era un joven impecable cuya ilusión era ser electricista. ¡Mentira!

El analista Gabriel Albiac ha descrito así la situación: «Francia es hoy, no ya dos sociedades. Dos naciones. Una, dotada del más viejo de los Estados democráticos de occidente y en regresión demográfica. Otra, geográficamente instalada en las periferias urbanas con dos pilares igualmente duros: islam y narcotráfico. El choque de esas dos naciones va camino de hacerse inevitable. Estamos en los prolegómenos. Todo el mundo lo teme».

No es la inmigración lo que hay que temer sino la ausencia de integración social, no tanto de los inmigrantes como de los hijos de éstos. Preguntémonos cuántos hijos de inmigrantes latinoamericanos o magrebíes estaban matriculados este curso que acaba de terminar en la Universidad de Salamanca. Casi ninguno. Y ahí está el triste y peligroso futuro de los hijos y nietos de los inmigrantes hacia Europa.

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