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Si hubiese nuevas elecciones generales en poco tiempo, y tras lo que ha sucedido en las últimas semanas, ¿votarían Felipe González, Alfonso Guerra o García Page a una candidatura encabezada por Pedro Sánchez? Esa es una de las grandes dudas que tengo en estos momentos. Porque ahí está una de las claves. Pero, vayamos por partes. El total de votos al PSOE en las últimas elecciones generales fue de 7,76 millones. ¿Cuántos de los que dieron su confianza a los socialistas de Sánchez en las elecciones del pasado 23 de julio volverían a hacerlo hoy? ¿Subiría el apoyo a este partido o bajaría? La verdad es que no tengo una bola de cristal, ni tampoco se han publicado encuestas que puedan ayudar (aunque algunas veces también confunden). Vamos, que no dispongo de datos concretos, tan solo sospechas de por dónde podrían ir las cosas. Y sospecho que, a pesar de lo que está pasando con la amnistía y todo lo que se ha montado alrededor, Pedro Sánchez no resultaría castigado por su electorado.
Me baso para realizar esta afirmación en lo que me dijo un antiguo militante socialista, que tuvo puestos en este partido antes de 1982, luego en el Gobierno encabezado por Felipe González y Alfonso Guerra y, después, pasó una larga temporada como alto cargo de Manuel Chaves en Andalucía. Pero, sobre todo, lo más importante a estos efectos, es que tiene muchas horas de vida de partido a sus espaldas. Me refirió, pocas horas antes del acto del miércoles en el Ateneo de Madrid, que González y Guerra pintan muy poco, por no decir casi nada, entre los militantes socialistas de hoy en día; es más, llegó a afirmar que muchos de ellos los empiezan a ver como unos «traidores». Supongo que después de sus últimas manifestaciones, esa sensación se habrá acentuado. Es verdad que me hablaba de los militantes del partido. Le pregunté por los simpatizantes y, entendidos en un sentido más amplio, por los votantes. Su respuesta fue lacónica: «A pesar de todo lo que ha pasado, están con Pedro Sánchez». Y me largó una retahíla de las cosas que este último ha hecho «bien»: ha tranquilizado Cataluña, la amnistía va a contribuir a ello, la situación económica va bien a pesar de los anuncios catastrofistas… Todo lo anterior es una muestra muy clara del sentir de esa parte del electorado.
Y, del otro lado, de los populares, ¿qué pasa? Pues por resumirlo de forma clara: los veo confundidos, confusos, difusos y obtusos. En dos palabras: siguen sonados; sin haber digerido todavía los resultados electorales. En estos dos últimos meses los mensajes han sido contradictorios. Eso en lo que respecta a los líderes y cuadros del partido. En lo relativo a militantes, simpatizantes y votantes, noto más de lo mismo, que podría resumirse en un ¿dónde estamos y a dónde vamos? Pregunta final: en caso de elecciones: ¿conseguiría el Partido Popular más apoyo, se reduciría o quedaría poco más o menos?
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