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Conclusión: pase lo que pase finalmente, Teresa Ribera ha salido muy tocada del examen que tuvo ante el Parlamento Europeo. Su actuación antes, durante y después de la «gota fría» en Valencia, en su calidad de vicepresidenta del Gobierno y ministra de Transición Ecológica, ha pasado factura. La obsesión del marido de Begoña y de la esposa de Mariano Bacigalupo por permanecer en el poder en España hasta el último momento, en lugar de haber dimitido en mayo, cuando se presentó a las elecciones europeas, se ha terminado volviendo contra ellos. Si finalmente termina siendo comisaria, que es lo más probable, estará sometida a fiscalización permanente y todo lo sucedido pesará como una losa durante su mandato de cinco años. Los comisarios que dependan de ella, alguno del PPE, en todo eso que se ha dado en llamar transición limpia, no harán mucho caso a lo que diga y su autoridad se va a resentir. Y en lo que respecta a la Dirección General de la Competencia, que será a lo que verdaderamente se tenga que dedicar, va a llegar muy debilitada. Primero, desconoce este asunto y, después, los altos funcionarios que están en ella andan con el colmillo bastante retorcido y no se lo pondrán fácil, debido a esa posición de debilidad política con la que asumirá el cargo. Además, sobre ella pesará como una espada de Damocles lo que suceda en los tribunales de justicia españoles. En resumidas cuentas, que queda muy tocada.
Y la Unión Europea (UE) también está muy tocada, y no por los problemas que hay para formar la nueva Comisión Europea a causa de lo de Teresa Ribera, sino porque sus dos motores principales están también muy tocados y griposos. En Alemania ha caído el «Gobierno semáforo» y habrá elecciones a principios del año que viene. Está por lo tanto en una situación de interinidad, agravada porque todo apunta a que cambiará el signo político del ejecutivo, ya que se pronostica el triunfo de los partidos de centro derecha; los socialistas perderían así el Estado miembro más significativo en el que gobiernan y solo retendrían el poder en España entre los importantes. En Francia también están griposos, con Macron sin remontar y el Gobierno presidido por Michel Barnier intentando arrancar. Este último ha estado en Bruselas y allí ha dejado claro que una de sus líneas rojas sigue siendo el Acuerdo con Mercosur, que rechaza. Y lo rechaza porque sus agricultores y ganaderos han dicho basta y han vuelto a convocar manifestaciones en los próximos días, precisamente con este asunto como una de sus principales reivindicaciones. El presidente brasileño Lula y algunos de los mandatarios europeos, entre ellos el alemán y el marido de Begoña, pretenden anunciar el cierre del citado acuerdo la próxima semana en la Cumbre del G20 de Río de Janeiro. Vista la resistencia gala, no creo que puedan. Y, para remate, está lo de España, con el Gobierno y sus aliados haciendo aguas en un asunto tras otro. El penúltimo es el lío fiscal. Total, que la UE también está tocada, mientras Trump acecha.
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