Feliz ancianidad
Ya sé que pronto diremos Feliz Navidad pero yo hoy, desde toda mi tristeza y el malestar que me ha generado cierto escrito en un ... periódico gallego, no puedo por menos de decir: feliz ancianidad. Nos traen de cabeza un montón de leyes de todo tipo: de menores, de protección animal y no sé cuántas más. La verdad es que ya me pierdo y, con algunos términos como progenitor gestante y progenitor no gestante, ya me lío, con lo fácil que era padre y madre.
En fin, a lo que voy ¿qué pasa con nuestros mayores denominados ancianos? El artículo al que me refiero traslada la preocupación del director de una residencia de ancianos en Pontevedra. Cerca de 100 mayores viven en ella y apenas 12 se irán a pasar la Nochebuena a sus casas. El resto continuarán sin sentir la Navidad porque, al igual que el niño Jesús, tampoco tendrán una posada en el corazón de sus supuestos seres queridos. Sin duda alguna estos mayores sí los quisieron, pero algo pasa en nuestra sociedad cuando no somos capaces de corresponder al amor recibido. Primero nos cambiaron nuestros pañales y hoy tenemos la piel tan fina que deseamos lo mejor para ellos y los aparcamos donde podemos. Bajo mil excusas nos lavamos la conciencia y nos endulzamos la vida comiendo turrones mientras ellos, nuestros mayores y supuestos seres queridos, sentirán la amargura de la soledad y brindarán con las lágrimas de su propia tristeza. Nos solidarizamos con Ucrania o con el Congo, nos emocionamos con el perrito de Scottex o el niño de Nenuco, pero a nuestros mayores los ignoramos. El director de la residencia suplica que le escriban postales para que se sientan vivos, para que la sensación de fracaso no sea así en sus vidas. Me parece humano y entrañable, al mismo tiempo que doloroso, cuando el buen hombre comparte sus sueños:
“Me imaginaba esto lleno de hijos y nietos los domingos. Y no vienen”. “La peor noche del año es la de Nochebuena”. “No nos falta vida. Si acaso nos duele lo que nos sobra: soledad”. “Nos sobra porque no estáis aquí, porque pasáis por delante de sin mirarnos, porque nos ignoráis como si fuéramos una realidad indeseada a la que basta ignorar para creerla falsa, porque desdeñáis nuestro valor y nuestro amor porque, en fin, habéis dejado de querernos”.
No tiene desperdicio la carta, no sé si nuestra actitud ante los mayores tiene desperdicio. Decir Feliz Navidad es fácil a pesar de que algunos se empeñen en decir felices fiestas, lo difícil es hacer realidad la Navidad en la residencia de mayores del barrio de Campolongo en Pontevedra y en muchos otros sitios. Lo difícil es entender que Navidad rima con soledad, con ancianidad, con solidaridad, ... y con tantas expresiones que terminan con “dad”. Ahí está el secreto, en la generosi-dad de nuestro corazón. Residencia C/María Victoria Moreno n°26, 36003 Pontevedra. Por si alguien se anima.
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