Este Palacio es una ruina
El lamentable estado del edificio de la Audiencia Provincial de Salamanca representa el mejor ejemplo de la displicencia con que los sucesivos gobiernos de la ... nación tratan a esta provincia. Los salmantinos son tratados como españoles de segunda desde los albores de la democracia. Vivimos en una provincia con escasa relevancia dentro de una Comunidad Autónoma que apenas cuenta en el juego político nacional y esa penuria lastra nuestro progreso.
El desinterés de los ministerios de Justicia respecto a la Audiencia clama al cielo. La gran casa de la Ley en Salamanca es una ruina. Ni siquiera cumple con las normas básicas de accesibilidad, de manera que si se aplicara la ley a rajatabla, el edificio debería ser clausurado. Los testigos y acusados con alguna discapacidad tienen que ser llevados en volandas por las escaleras, y a veces los jueces se ven obligados a trasladar los juicios a la Plaza de Colón porque la Audiencia no reúne las condiciones mínimas para impartir justicia.
Año tras año, las autoridades judiciales salmantinas emiten su preceptivo informe con una lista interminable de deficiencias. Que si no hay sitio para archivar los casos, que si en los juicios de menores los niños y niñas coinciden con los maltratadores porque no hay forma de mantenerlos separados, que si el detector de metales de la entrada se avería un día sí y otro también... siempre con el mismo resultado. El ministro de turno muestra su comprensión, promete que está en ello, habla de planes de reforma para un futuro no inmediato, pone la excusa de la falta de fondos, pide paciencia... y patada hacia adelante para pasarle el problema al siguiente.
Así lleva el vetusto edificio de la Audiencia más de una década esperando la inversión que nunca llega. Si las promesas se hubieran convertido en realidad, el Palacio de Justicia luciría ya como el Taj Mahal o el Museo del Prado, pero la cruda realidad es que las instalaciones son una vergüenza.
La actual ministra de Justicia, Pilar Llop, probablemente no sepa ni siquiera situar a Salamanca en el mapa. Heredó las carencias de su antecesor, Juan Carlos Campo, y este a su vez de Dolores Delgado, y entre todos no han hecho nada, como tampoco hicieron el mínimo esfuerzo inversor ni Rafael Catalá ni Alberto Ruiz Gallardón.
Aquí ejercicio tras ejercicio se aplica un presupuesto de mantenimiento. Se mantiene lo poco que hay, se mantiene la penuria y cada año vamos a peor.
El baldón de la Justicia es uno más a sumar al rosario de olvidos del Gobierno central con esta provincia. Si hacemos recuento de lo invertido por las administraciones en Salamanca durante estos 45 años de democracia, resulta que las grandes obras se cuentan con los dedos de una mano. Por parte del Estado, las autovías que empezó José María Aznar y terminó José Luis Rodríguez Zapatero y la electrificación de la línea férrea hasta Medina del Campo inaugurada en tiempos de Mariano Rajoy, y por parte de la Junta, el hospital que ha tardado dos décadas en abrir sus puertas y todavía falta una parte fundamental que tardará unos cuantos años en ser rematada.
Las inversiones de los gobiernos nacional y regional han sido pobres, tirando a paupérrimas, desde los años buenos de Rajoy, y eso resulta más grave si tenemos en cuenta que tanto en Madrid como en Valladolid están recaudando más que nunca y disfrutan de presupuestos récord que van a parar a otras provincias.
Cuando este desprecio se convierte en costumbre, es cuestión de hacérselo mirar. Quizás nos quejamos poco, quizás somos demasiado leales, demasiado conformistas... Es como si aquí nunca pasara nada. Y sí pasa, pasa que estamos perdiendo un tren que nunca volverá a pasar.
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