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Que España está jodida, nadie puede seriamente discutirlo. Ni los que contemplamos afligidos los agrietados muros de la patria, ni los que procuran su demolición, sorprendidos de las facilidades que le dan. Por eso, la pregunta que se hace Zabalita al comienzo de “Conversaciones en la Catedral” (Vargas Llosa), “¿Cuándo se jodió Perú?”, podemos hacérnosla hoy los españoles. Si alguien me lo preguntara, empezaría cantando el “Yo te diré...”, recordando a la dulce Nani Fernández en “Los últimos de Filipinas”, los héroes de Baler, la mermada guarnición que soportó un año el asedio de centenares de tagalos y americanos en la pequeña Iglesia de aquella aldea filipina. ¿Por qué? La respuesta no está en el viento, está en uno de los municipios regidos por la izquierda, el más importante, Madrid. Cuando se cumplen 120 años de la gesta —relatada magistralmente por Juan Manuel de Prada en “Morir bajo tu cielo”—, se opone a erigir un monumento en memoria de aquellos héroes, en el lugar apropiado, la avenida de las Islas Filipinas. Cuando por menos, en el cementerio de Arlington, marines USA sujetan la bandera en Iwo Jima, grupo escultural difundido en mil películas.

El de Baler es un ejemplo aislado de los intentos de archivar, cuando no injuriar, lo mejor de nuestra historia. ¿La Transición supuso la reconciliación entre las dos Españas? Pues a desprestigiarla, patear la concordia y traer la discordia y una memoria histórica mutilada, rencorosa. Tras 500 años juntos, hay quienes hacen lo posible y lo imposible por separarnos, mofándose de la Constitución y todas las normas que les impiden romper unilateral y caprichosamente con el resto de España. ¿Se celebran 500 años nada menos que de la primera vuelta al mundo de Magallanes y Elcano? A torpedear el aniversario, y de paso manchar la memoria de Colón, Cortés y Pizarro, sumándose inicuamente a nuestra leyenda negra, desarbolada de forma concluyente por Elvira Roca en “Imperiofobia”. ¿Que los toros son la Fiesta Nacional? ¡A prohibirlos! ¿Que los católicos somos una mayoría? Pues a patrocinar, como Carmena hoy, otra obra de teatro, blasfema desde el título, “Dios tiene vagina”. ¿Cómo es posible oponerse a una placa conmemorativa de la epopeya de Blas de Lezo en Cartagena de Indias? Respuesta a todo ello: el desafecto, por no decir el odio a España, a su himno, su bandera y a los que nos sentimos profundamente españoles.

Frente a esta actitud de lo que bauticé como la izquierdorra, la de quienes no siendo derechona, ni de derechas, ni siquiera de centro —ojo, tampoco “sanchistas”—, tienen el Estado en la cabeza, y el respeto por la “patria común e indivisible” del artículo 2º de la Carta Magna, que aquellos no solo aspiran a reformar, sino a derogar íntegra. Hablo de Felipe González, Alfonso Guerra o Paco Vázquez. Por poner un solo ejemplo, el embajador ante la Santa Sede y excelente alcalde de La Coruña, respetó la historia —toda la historia—, y vivió los 23 años de sus mandatos en la calle General Sanjurjo, sin eliminarla del callejero, que enriqueció con otras tan significativas como la de Casares Quiroga. ¿Qué tal?

Pero... no me hagan caso. Solo soy un anciano nostálgico del clima de concordia de la Transición, obstinadamente orgulloso de haberse codeado con aquella clase política limpia y soñadora, en que no había enemigos sino adversarios; que no recibía tarjetas, ni negras ni blancas; que no metía mano en los dineros públicos de los parados, ni ordeñaba los parques temáticos, ni las contratas de obras; y que no se le ocurría dar pucherazos. Solo soy un jubilado asustadizo, ante el peligro de que un Estado que pueden arruinar, le recorte o prive de su pensión; y por la manifiesta posibilidad de que, tras las elecciones, siga okupando la Moncloa ese mentiroso compulsivo, indocto, plagiario, carente de principios —ni siquiera social-demócratas—, encubridor de batasunos y golpistas, con indultos en cartera, colocador de su señora y dispuesto a volver a pactar con el diablo. Ese pregonao apellidado Sánchez. No, no me hagan caso, háganselo a Pérez Reverte, que presentando su nueva historia, habla de una “España en estado de demolición”, y sostiene que “ningún país de Europa tiene un impulso suicida como lo tiene España”.

Sí, España se está jodiendo desde que acabó la Transición, se viene suicidando poco a poco, engullendo dosis letales administradas por sus enemigos seculares, y por el egoísmo, la incompetencia y la corrupción de muchos de sus “representantes” de todos los colores. Ante esto, aunque escéptico, diré como Unamuno segundos antes de morir : “¡Dios no puede volverle la espalda a España! ¡España se salvará porque tiene que salvarse!”.

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