Borrar

Esta bendita tradición

Miércoles, 8 de abril 2020, 05:00

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A la memoria de mis padres

Y uno aquí, tocando el violón. O el violín. Si, pero en el peligroso alero de un tejado, queriendo ejecutar una tonada sencilla, sin romperme la cabeza. Como “El violinista en el tejado”, inolvidable musical, en que el lechero de una pequeña aldea ucraniana, para sostenerse en tan delicado lance, apela a la tradición. El primer coro es un homenaje a las tradiciones, las costumbres, ritos... que pasan de generación a generación, y articulan buena parte de nuestra vida. En el cine el lechero Tevye fue el actor judío Topol, y en la Plaza Mayor de Salamanca, cuando aquellos “Festivales de España” que se inventó Fraga, José Sazatornil, “Saza”.

Tocar el violín en un tejado quizá sea posible para Ara Malikian, pero cualquier otro no podría, ni sentándose a horcajadas en el caballete. Acabaría en resbalón y un sonoro jardazo. Nos sostienen humana y espiritualmente las tradiciones, y una de las principales es la Semana Santa, incluso para muchos no creyentes. Este año nos conformaremos con los recuerdos, el desfile procesional que viste de mocoso desde la acera, queriendo apedrear al sayón como el niño de Gabriel y Galán; el paso del padre – “aquel alto” -, con la túnica-sudario, la madre alumbrando; de universitario, el primer hábito, como el de mi padrino y hermano mayor en el féretro; los años de carga con el Cristo de la Luz; y, al fin, con una ligera cruz y la túnica morada, con los queridos hermanos de San Julián - Dios los proteja -, desfilando bajo la penetrante mirada del Nazareno, que siguió al padre Guervós (OP), a lo largo de su vida, “triste, suave, piadosa, estremecida”.

El Viernes no habrá Viacrucis catedralicio, ni podré contemplar emocionado la salida de “mi Vecino” a la Plaza del Mercado, a los acordes del himno nacional. Tampoco su regreso al templo, entonando “perdona tu pueblo Señor”. Algo minúsculo e invisible nos ha hurtado la Semana Santa. Pero no podrá robarnos ni la memoria, ni la hermandad, ni las creencias, ni las oraciones por los difuntos, ni la arraigada fe de nuestros mayores, ni la indestructible tradición - mas de tres siglos -, de acompañar a “Jesús en la Calle de la Amargura”. ¡Viva Jesús Nazareno!.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios