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España niquelada

Miércoles, 3 de abril 2019, 05:00

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Así, niquelada, como el manillar de la bici del inolvidable Magín Carretero. Así quedará España tras las elecciones generales, cromada, deslumbrante, sin herrumbres. Nada de ... volver a los “despoblados” —nuestras dehesas del XVIII—, estudiados por Eugenio García Zarza. ¡Promesas! Cada abuelo en una tumba digna, cada pensionista con su mensualidad blindada, quien con su ingreso mínimo vital asegurado y ¡hala!, toos colocaos. “¿España vaciada?”: Más ofrendas. Stop a la despoblación, en cada villorrio escuela, consultorio, farmacia, curato, secretario, cuartel, polideportivo, coche de línea, residencia de tercera edad, ningún regato sin puente, y ¡tachán, tachán!, Internet... y árboles que den buñuelos. De los burgos podridos de Azaña a las aldeas pobladas, remozadas, dotadas, festivas, despejado el porvenir. Compromisos, Jauja, porque en aquella primera capital del Perú de nuestra conquista, según Lope de Rueda, las calles estaban empedradas con piñones y por ellas corrían arroyos de leche y miel. Lo de los árboles que daban buñuelos —uno preferiría torrijas, como las de Tobías “La Madrileña”—, junto a su clima marbellí, es lo que justifica el “¡esto es Jauja!”. Toma promesas. De cojones cenamos y eran patatas. (¿Que habrá sido de Nicolás de Bari Suárez, de mi época? Estudió aquí Medicina y en los años setenta fue alcalde de Jauja. Preguntaré al cónsul de Perú en Salamanca, mi amigo J.C. Palomino).

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