El sectarismo en la cultura
El sectarismo identitario está invadiendo la vida social, especialmente la política, pero también y cada vez más otros ámbitos. Por ejemplo, la cultura. Ahí tenemos ... a Woody Allen, perseguido por “pecados” que nadie ha podido demostrar. Y, desde luego, no es el único. Por ejemplo, el movimiento Me too, nacido antes de ayer, no ha tardado en colonizar al feminismo, con la sola intención de acabar con la presunción de inocencia.
En 2019 la Academia Sueca le dio el premio Nobel de Literatura al austriaco Peter Handke. La respuesta de los miembros bien pensantes del establecimiento literario fue la descalificación y el insulto. Por ejemplo, Jennifer Egan, del PEN de Estados Unidos, dijo: “La comunidad literaria merece algo mejor que eso”.
Cuando se estrenó la película de Tarantino “Érase una vez... en Hollywood”, The New Yorker la calificó de “obscenamente regresiva” y acusó a su director de haber hecho “una película pro raza blanca, acompañada de una desagradable dosis de resentimiento blanco”.
Es un nuevo ejército que toma las armas del enemigo en retirada y las usa contra ese enemigo: eso pasa con los progresistas, que antes eran antimoralistas.
En El canon occidental, Harold Bloom acuñó el término “Escuela del resentimiento” para describir a los críticos que produjeron los análisis basados en la raza, la clase y el género para decidir qué obras santificar y cuáles aborrecer. “Leer al servicio de una ideología es, creo, no leer en absoluto”, escribió Bloom.
The Economist indicó que de los veintiséis escritores que Bloom analiza en profundidad en su libro sólo tres eran mujeres. En España, esta plaga “de género” ha echado a muchos varones de las editoriales en beneficio de escritoras, a menudo sin ningún valor literario.
Renoir (el pintor) debería también cancelarse porque era “hombre sexista” y “obtenía un placer baboso al mirar a mujeres desnudas, que en sus cuadros eran de un blanco cremoso o café, a menudo con toques de frambuesa, e idealmente rubias” (The New Yorker). El fallecido David Foster Wallace fue eliminado del temario de Yale porque supuestamente había maltratado a su ex novia, Mary Karr.
El progresismo moderno saca la pala bajo un mandato político para desenterrar los huesos de los autores muertos. Son esfuerzos por difamar a artistas antaño celebrados y reescribir así la historia de la cultura para que los niños en el cole “se pongan al día” –eso sí, en nombre la justicia cultural-. Por eso se retiran de las aulas los retratos de Ayn Rand y de otros pensadores.
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