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Trepidantes últimos días de la semana en la política local y regional. Arrancamos el pasado jueves con la metedura de pata del presidente de la Junta de Castilla y León marcándose en sede parlamentaria una peineta de espaldas a una procuradora socialista. Feo gesto, impresentable e impropio de un político de trayectoria moderada y elegante en todas sus manifestaciones como Alfonso Fernández Mañueco. El PSOE ha intentado sacarle toda la rentabilidad posible al lapsus presidencial, pero el gesto no da tanto de sí como para cargar las desgastadas baterías de la oposición. Necesitarán mucho más que un mal gesto para revertir la tendencia a la intrascendencia de Luis Tudanca y sus acólitos.

Lo más sorprendente del incidente es que el líder nacional de Vox haya salido a defender a capa y espada a Mañueco, mientras en Génova guardaban un prudente silencio ante el percance. Santiago Abascal puso ayer al presidente del Gobierno de Castilla y León como “ejemplo para toda España” por la ofensa a la parlamentaria socialista. “Poco me parece para los insultos que recibimos permanentemente de la izquierda”, apuntó el número uno de los verdes. Y no le falta razón en cuanto a la presunta y muchas veces inaguantable superioridad moral de la izquierda, solo que en esta ocasión el comportamiento de Mañueco no era precisamente ejemplar y lo de aplaudirlo sobraba.

El mensaje que trasciende de las alabanzas de Abascal va más lejos de la mera exhibición testosterónica a la que Vox nos tiene acostumbrados. Las loas al presidente de la Junta expresan de alguna manera el temor a que en Castilla y León se produzca un divorcio como el que ha separado a Isabel Díaz Ayuso de Rocío Monasterio en Madrid. Esta Comunidad constituye el único ejemplo relevante de entendimiento entre PP y Vox, y para los verdes no es cuestión de romper puentes ante la perspectiva de que ambos partidos tengan que entenderse a nivel nacional antes de que acabe el año.

Al contrario de lo que aseguró la visceral Monasterio, los populares no son su enemigo, y menos una presidenta como Ayuso en cuya bandera figura como lema imborrable el no ceder nunca ante el avasallamiento moral de la izquierda.

La lideresa madrileña marcó el camino en 2021 cuando adelantó las elecciones autonómicas para darle un repaso memorable al PSOE y a Podemos, pero no parece que esta vez el ejemplo pueda cundir en Castilla y León. Bastante escaldado salió Mañueco de la convocatoria a las urnas el año pasado. Como para volver a tentar al diablo.

La otra noticia relevante del fin de semana ha sido el archivo de la causa contra el expresidente provincial del PP, Javier Iglesias, en el caso de las cuotas de los afiliados. El acoso al que ha sido sometido por parte del PSOE salmantino el dirigente popular debería servir de ejemplo de todo lo que no se debe hacer en política. Los dirigentes comandados por José Luis Mateos y David Serrada no solo se han pasado por el forro la presunción de inocencia, sino que han pretendido fusilar de forma preventiva a quien a la postre ha salido indemne de cualquier acusación. Justo lo contrario de lo que hizo en su día el PP cuando la entonces senadora socialista Elena Diego fue encausada por prevaricación administrativa. Se ve que la elegancia y el juego limpio democrático van por barrios.

Quizás sea excesivo pedir ahora la dimisión de Mateos y Serrada por la campaña orquestada contra Iglesias, pero está claro que ambos deberían hacérselo mirar. En política no todo vale, ni las peinetas, ni el empecinamiento en el error, ni los juicios sumarios.

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