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Vamos a hacer un ejercicio de imaginación juntos. Pensemos una de esas reuniones del Gobierno Frankenstein donde Sánchez reparte el pastel de España para perdurar en el Trono de Hierro. Y ahí están los habitantes de la Moncloa, y dos de los bandos que quieren desmembrar el país, a saber, los independentistas catalanes y vascos. Y seguro que todos ellos quieren hacerse entender, que les escuchen, que les den bola y, por supuesto, salirse con la suya. Bien, lo tienes ya en la cabeza ¿verdad? ¿En qué idioma te los imaginas hablando? En español. Porque no creo que todos ellos hablen catalán y, si lo hacen, los vascos querrían hacer prevalecer su idioma. Tampoco creo que todos hablen euskera, y, de hacerlo, nos volvería a pasar lo mismo que antes.

Es decir, que cuando quieren, se comunican perfectamente en español. Cuando quieren. Pues ahora resulta que han decidido, que en el Senado (cuando van, que eso es otro tema), necesitan disponer de traductores. Como estamos para tirar el dinero, lo más lógico es despilfarrarlo (que no gastarlo) en este tipo de tonterías. Ojo, que no me salga ningún “ofendidito” diciendo que estoy ninguneando su idioma, que es su legado cultural y demás zarandajas. No, por ahí no. Que el valor de su idioma y su legado (siempre que no es inventado) se lo reconozco y aplaudo. Estamos hablando de cabezonerías infantiloides poco prácticas. De ser necesarios estos traductores deberían acudir a las reuniones que antes comentaba. Pagados por ellos mismos, claro. Pues ahí no son necesarios.

No contentos con eso, el aspirante a gobernador de Narnia (Pere Aragonés) -porque puestos a inventarnos reinos que no han existido, yo también quiero jugar-, Aragonés, ha decidido vigilar y expedientar a aquellos profesores universitarios que empleen el español en sus lecciones.

¿No os suena de algo? ¿No os recuerda a algo? Porque si pensamos un poco, aquí, en Salamanca, ya vivimos algo parecido hace más de ochocientos años, cuando un fraile, de nombre Luis, decidió traducir la Biblia al español en sus clases, por aquello de facilitar el aprendizaje a sus alumnos. Porque, tengo entendido que el propósito de la universidad es enseñar ¿no?

Ochocientos años después volvemos (más bien vuelven) con las mismas tonterías. No creo que esta hornada de profesores contrarios al régimen dictatorial catalán, sea llevada a prisión, entre otros motivos porque no pueden hacerlo, pero sí que los imagino entrando en su aula después de una sanción y entonando, en perfecto español, aquello de “como decíamos ayer”.

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