Dos sentidas plegarias
Miércoles, 15 de abril 2020, 05:00
Sea o no por el virus, vamos yéndonos. Cuando los muertos son personalidades, los autores de sus obituarios son figuras y el columnista de provincias ... debe abstenerse. O contar solamente detalles. Por ejemplo, Enrique - él pronunciaba Enguike - Múgica. Se me antoja elogiarle, porque pocas veces tiene uno – que no es precisamente de izquierdas -, la oportunidad de meter las palmas a todo un “rojazo”. Aquel ex comunista era sencillo y cordial con todos los parlamentarios, incluso los desconocidos de Suárez, de suerte que si te lo encontrabas en cualquier plaza de toros –él siempre en callejón–, saludaba con simpatía; si coincidías en aquel magnífico restaurante salmantino “Chez Victor”, como siendo él ministro ocurrió (acompañado de los Meleros, Málaga...), tenía una frase amable; y si te topabas con él y Nico Redondo en el hotel de Manolo de La Alberca, podías incluso charlar un rato amigablemente y asombrarte del motivo de su estancia en nuestra Sierra.
Franco desterró a Rubial, Redondo, Múgica y otros vascos, a las Hurdes. Ignoro en qué villorrio jurdano le tocó confinarse a Rubial, presidente del PSOE (¡Ay si volviera!, pero pasea en bronce su bonhomía frente al Guggenheim de Bilbao). Redondo y Múgica estuvieron confinados en la alquería de Las Mestas. Sin embargo, siendo ya figuras de la política española, no se olvidaron de visitar periódicamente a los caritativos mesteños, que durante su destierro los trataron familiarmente. Así me lo confesó en el hotel albercano un Enrique emocionado. Establecimiento, por cierto, en el que (noviembre del 77, año de plomo) Sánchez Terán y yo cenábamos con el ministro del Interior Martín Villa, cuando le comunicaron el asesinato –a manos de ETA–, de Imaz, jefe de la Policía Nacional de Pamplona.
Coincide la marcha de Landelino Lavilla. Titular de Justicia, nombró al penalista Carlos García Valdés (USAL), director general de Prisiones para hacer la Ley General Penitenciaria. A Salamanca vino, como líder de UCD (elecciones de 1982), al mitin de cierre de campaña, el Pabellón de la Alamedilla abarrotado. Intentamos lograr acta de diputado para el primero de la lista, Sánchez Terán. No pudo ser. Presidiendo la Cortes, en un delicado trance parlamentario, Lavilla me trató como a un hijo.
Hoy mis oraciones por Enrique y Landelino.
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