Don Teodoro y nuestros problemas
Lo primero, confieso mi error y mi pecado, espero que solo venial. Lo segundo, me arrepiento de todo corazón. Lo tercero, tengo firme propósito de ... la enmienda. Lo cuarto, y ultimo, admitiré la penitencia que me sea impuesta por quien corresponda: nunca volveré a llamar Teodorín a Teodoro Garcia Egea, que, a partir de ahora, pasará a ser para mí don Teodoro. Y es que he decidido adelantar la celebración del Jueves Santo, Día del Amor Fraterno, a este tercer viernes de la Cuaresma, porque creo que don Teodoro, y de paso el presidente del PP, Pablo Casado, necesitan en estas jornadas un poco de respiro. Voy a olvidar, por ejemplo, que ambos, pero especialmente don Teodoro, han andado durante las últimas semanas metidos en berenjenales varios, tratando de mover el sillón, en el caso de Salamanca, al presidente y al secretario general del PP en esta provincia, a pesar de que en ella este grupo político había cosechado los mejores resultados durante los últimos procesos electorales; mientras don Teodoro se encontraba en eso, no se enteraba de lo que se cocía en Murcia, su tierra natal, que se supone debía tener controlada. Y lo que pasaba en Murcia, por si algún despistado no se ha enterado todavía, es que los sanchistas, al más alto nivel, y los de Ciudadanos, también al más alto nivel, pergeñaban una conspiración para presentar una moción de censura, como así ha sucedido.
Pero, como señalaba al principio, con ser eso importante, lo que me resulta mucho más grave es la actuación que está protagonizando una parte de la clase política española, con la que cae en estos momentos. Es una prueba más del divorcio entre la gente de a pie y los que gestionan los asuntos públicos. Por si acaso, voy a recordar algunos de los problemas que más nos acucian: el ritmo débil de las vacunaciones, paso imprescindible para salir de la situación actual; la crisis económica y los problemas que de ella se derivan; el cierre de negocios de todo tipo que se palpa a pie de calle con pasear un poco por ella en ciudades grandes y pequeñas y, por supuesto en nuestros pueblos; el cierre de empresas con el consiguiente aumento del paro, el cansancio por la situación y por las restricciones de todo tipo, que repercute no solo en la salud física, sino también en la mental, asunto no menor dado el tiempo transcurrido y, sobre todo, la penitencia que nos viene para la Semana Santa, en la que no podremos movernos de las respectivas Comunidades. Así continuaría poniendo ejemplos. Dicho lo anterior, llega la gran duda y pregunta: ¿hay alguien hay fuera que vele por los problemas reales de los ciudadanos? A sus pies, don Teodoro.
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