Del emoticón al roscón
Tras dar por finalizada la Navidad ayer domingo con el Bautismo del Señor, que no de Papá Noel, no puedo por menos que hacer un ... breve recorrido sobre este tiempo litúrgico para unos y de vacaciones de invierno para otros.
Más allá de creencias y manifestaciones religiosas, cada vez más vacías de significado y de sentido en gran medida debido al desconocimiento y la ignorancia, quizá por falta de interés y quizá por falta de una enseñanza clara, concreta y concisa por parte de quien corresponda, curas incluidos, quiero yo reflexionar sobre cierta actitud y comportamiento social.
Retiro lo de emoticón y siguiendo el ejemplo de César Lumbreras me paso al castellano y digo emoticono: “son combinaciones de signos o letras del teclado con los que se representa una expresión facial que simboliza un estado de ánimo”. Ahí es nada, los dichosos emoticonos se han convertido no en parte sino prácticamente en la maravillosa forma de comunicarnos y felicitarnos la Navidad. Para piezas de museo han quedado las tarjetas navideñas y quienes aún las enviamos entramos en la categoría de trasnochados y anacrónicos. Parece ser que los emoticonos en cuestión triplican su uso frente al de las palabras, no me veo leyendo poesía en forma de emoticonos pero todo se andará.
En fin, preocupante me parece que nos conformemos con felicitarnos la Navidad con un simple WhatsApp o mensaje y, más preocupante aún, que expresemos nuestro estado de ánimo a través de estos “simbolitos”. Cada vez nos resulta más complicado entablar una conversación aunque sea telefónica, ya pasó a la historia aquello de “el teléfono es para acortar distancias, no para alargar conversaciones”. Mucho me temo que la distancia es cada vez mayor y no precisamente por el espacio si no por el sentimiento. Una distancia cada vez más dolorosa y más grande, que nos lleva a ver al otro desde una lejanía cada vez mayor, huyendo quizá de complicarnos la vida. Una distancia que nos lleva al “sálvese quien pueda”, tratando de evitar todo aquello que implique compartir sentimientos y emociones, por si nos tocan el corazón y nos recuerdan que estamos vivos y que el otro también forma parte de mi existencia. Al no comunicarnos estamos poniendo tierra de por medio, inconscientes de que todos formamos parte del mismo equipo.
Tal vez esa falta de sentimiento sea la que genere muchas situaciones de soledad, de vacío existencial y asistencial que a veces desembocan en una toma de decisiones inadecuadas, con un dramático final del que tampoco queremos hablar, no sé si por miedo o por vergüenza, o tal vez por egoísmo. Creo que nos lo tenemos que hacer mirar, no podemos continuar generando esa especie de estado de confusión o despiste generalizado que nos envuelve y nos sorprende con situaciones realmente desconcertantes, al menos para quienes aún tienen capacidad para ello, y que despiertan de manera puntual nuestra capacidad de sentir. Feliz año nuevo cargado de sentimientos y buenos momentos compartidos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión