De la ceniza a la nieve
Huyo hoy de la actualidad política, económica y social para refugiarme en mis recuerdos infantiles de la llegada de la Cuaresma y el Miércoles de ... Ceniza.
Era un día grande. Tocaba ir a misa y a la imposición de la ceniza. Era el comienzo de la época del ayuno y la abstinencia. El primero, el ayuno, consistía en un desayuno frugal, una comida con atracón, una cena como la de un asceta y la prohibición de tomar algo entre horas. La segunda, la abstinencia, prohibía comer carne en día tan señalado y también todos los viernes de cuaresma. Claro que algunas de estas obligaciones podían saltarse comprando “la bula” mediante el pago de una módica cantidad.
Antes de la llegada de la Cuaresma se anunciaba esa operación religiosa-mercantil y una de las tareas de los niños era acercarse a la iglesia a comprar el “papel”. La llegada de esta época suponía también la aparición de “los predicadores cuaresmales”, figura hoy en desuso, que venían a apoyar a los párrocos.
Esos “predicadores” amenazaban con todos los males del infierno a los pecadores, incluidos aquellos que se saltasen el ayuno y la abstinencia. Pero no todo eran castigos y penitencias, porque llegaba también la época del potaje de vigilia, plato de honda raigambre en nuestra tierra. Era también el momento del bacalao en todas sus preparaciones y de la ensalada a base de huevo y chicharro en escabeche, amén de otros ingredientes. Y, de postre, algunas flores y hojuelas que hubiesen sobrado de los “no carnavales”, porque entonces estas fiestas casi no se celebraban por prohibición gubernamental.
Y era también tiempo de frío, aunque los días alargaban y las temperaturas habían subido algo en relación con las de finales de diciembre y enero. Justo como este año.
Ayer, la nieve se hizo presente en la capital y en muchos puntos de la provincia, provocando bastantes inconvenientes y molestias. Pero esos copos tienen su parte positiva y sus beneficios, y no solo para el campo. Se han acumulado reservas sólidas en las montañas, que, durante la primavera, cuando llegue el deshielo, irán a parar a los ríos y a los embalses convertidas en agua.
Y eso siempre es bueno, especialmente este año en el que las nevadas no han sido muy abundantes hasta ahora.
Porque el agua es vida y uno de los ingredientes clave a la hora de preparar el potaje. ¡Cuántas disquisiciones y discusiones he escuchado sobre las características que debía tener el agua que se empleaba para cocer los garbanzos y que estos quedasen como “Dios manda”!
En mi pueblo, a fecha de hoy, todavía se va a buscar el agua a determinadas fuentes o manantiales, porque son los más adecuados para cocer, no solo los garbanzos, sino también las lentejas o las judías. Por cierto que los días de ayuno y abstinencia, los “predicadores cuaresmales” citados antes “recomendaban” menos vino y más agua.
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