Con Bildu sí, con Vox no
Ahora que tanto se les llena la boca a algunos con lo del cordón sanitario a la ultraderecha, viene muy al pelo la sentencia del ... Tribunal Constitucional conocida el pasado viernes, que da la razón a la única representante de Vox en el Parlamento Vasco. A Amaia Martínez le habían aplicado el dichoso “cordón” hace ya dos años con los votos de los grupos nacionalista, socialista, comunista y proetarra de las Cortes de Vitoria. En su contra se habían juntado los apañanueces del PNV, los herederos de los terroristas de Bildu, los amigos de Putin de Podemos ¡y el PSOE vasco, faltaba más! Le habían recortado un tercio las intervenciones, tiempos e iniciativas parlamentarias que le corresponden e incluso le habían negado el derecho a dar nombre a su grupo. Allí donde está todavía fresca la sangre de tantos asesinados por ETA, en cuyos escaños se sientan ufanos los que organizan los homenajes a los pistoleros y donde se sigue conspirando para romper España, resulta que quien no tiene derecho ni siquiera a levantar la mano es Amaia, una licenciada en Ciencias de la Información, sin antecedentes por secuestro ni colaboración con banda armada, cuyo único “pecado” ha sido tener la valentía de presentarse en las listas de Vox por Álava.
Por supuesto, el Alto Tribunal ha roto en mil pedazos el cordón sanitario, que no era sino “una vulneración del derecho de participación política” de la señora Martínez. No era un cordón, sino un intento de linchamiento político, un “apartheid” en el gulag vasco.
Cercenar los derechos constitucionales de una representante de los vascos elegida en unos comicios libres es ilegítimo. Lo dice el Constitucional. Pactar con un partido como Vox al que han votado más de doscientos mil castellanos y leoneses es legítimo, lo dice Alfonso Fernández Mañueco y por el momento no hay sentencia en contra.
El acuerdo entre PP y el partido de Abascal es la traducción matemática de la voluntad de los electores. Los votantes castigaron al PSOE y a Podemos, barrieron del mapa a Ciudadanos, dispararon a Vox y mejoraron los resultados del PP respecto a 2019. No hay otra combinación posible, teniendo en cuenta que en España un entendimiento entre populares y socialistas resulta impensable, salvo rarísimas excepciones, una de ellas, cuando los populares hicieron presidente del País Vasco al socialista Patxi López... ¡qué tiempos y cómo ha cambiado el PSE, que ahora milita en el otro bando! Recordemos, por ejemplo, con quién negocia todos los años el PSOE los presupuestos de Navarra. ¿Con las fuerzas democráticas o con los filoterroristas? Con los segundos, con Bildu, con los mismos que el jueves pasado, encabezados por Arnaldo Otegui, homenajeaban a José Luis Elkoro, miembro de la ilegalizada Batasuna y que fue condenado a 24 años por integración en banda armada.
Pero claro, esos pactos de los socialistas, tratándose de la izquierda, la extrema izquierda, o la extrema ultra izquierda, es pura democracia. Ahí no hay vergüenza, ni indecencia, ni hay que rasgarse las vestiduras. Ya veremos cuántos homenajes se organizan en Castilla y León a Franco, a la Falange o a los héroes del Alcázar. Entonces podremos comparar.
De momento, Mañueco tiene por delante una tarea complicada porque gobernar con Vox supone un peligro evidente, si en los asuntos más sensibles, como la inmigración, la violencia de género o la memoria histórica, permite a los de Abascal tirar por la senda del populismo. Los verdes, como todos los populistas, plantean soluciones fáciles para problemas complicados. Ahora podrán comprobar Juan García-Gallardo y sus compañeros de partido lo complicado que es gobernar. Toda España estará mirando hacia Castilla y León y lo que aquí suceda marcará la política nacional de los próximos años.
Hay peligro, cierto, pero nada está escrito.
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