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Entre la fauna playera española, digna de un tratado de sociología de pasta dura y letras doradas, hay un paisano que me fascina. Lo veo verano tras verano con su uniforme blanco, como esperando en la calle Estafeta pero vestido a lo colegial, y espero con ansiedad que su voz se rompa por infinitésima vez: ¡Se venden sultanas de coco! Un soniquete reconfortante que sabe a rutina en medio de un mundo que se nos ha vuelto más loco todavía.

Al margen de la dudosa calidad gastronómica de las sultanas de coco, me atrae su imborrable sonrisa, la que pasea durante los incontables kilómetros de playa que devora todos los días.

No parece impostada, el disfraz del pícaro para engordar la bolsa, sino que se ofrece natural, sincera. Y le da igual que estemos en plena ola, de calor o de covid, que sople Levante o Poniente, o que el termómetro marque 20 o 40 grados. Es estable, diríase que impertérrito.

Tanto, que no descarten que el gobierno de Mr. Wonderfull Sánchez le contrate para sus famosas campañas publicitarias. Ya me lo imagino, con su cesta de dulces y su acento gaditano ‘No hay ni frío ni calor, todo está en su mente. Convénzase de que es atérmico y podrá vivir siempre a 24 grados’.

No estamos lejos de que nos bombardeen con este tipo de gilipolleces, porque el nivel de los mensajes políticos a la ciudadanía coquetea con la ofensa. Nos infantilizan y manipulan y lo peor es que hay quien se mete el chupete con azúcar hasta la tráquea.

El día en el gobierno anunció las medidas para reducir la dependencia del gas de Rusia entramos al trapo con lo de quitarse la corbata, un ejercicio de reduccionismo bastante penoso al que se le dio continuidad cuándo Díaz Ayuso dijo que no iba a apagar las luces de los monumentos o los escaparates porque las mujeres iban a sentirse más inseguras. La fórmula es conocida, mensaje de brocha gorda y espolear la polémica en las redes sociales. Más sencillo que la receta de la sultana de coco.

Y mientras los sectores más afectados por la medida hacen cuentas, otra vez, de cuánto dinero pueden perder, otra vez, desde VOX en Castilla y León lanzan su solución mágica, llevar al gobierno al Tribunal Constitucional.

Es su Aspirina, vale para todo. Tan urgente es la cosa que García-Gallardo le ha pedido a Mañueco una reunión a través de Twitter porque debe ser que tiene el WhatsApp desactivado. Estará en la playa con mi amigo el de las sultanas. Cómprele alguna que vienen tiempos complicados.

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