Como un reloj
Hay que reconocer que la coalición entre PP y Vox en la Junta de Castilla y León lleva seis meses funcionando como un reloj. Sí, ... como un reloj de sol en un día nublado. Porque sobre el Gobierno bicolor sobrevuelan todos los días nubes negras de tormenta y cada poco saltan rayos y suenan truenos en los salones del Colegio de la Asunción.
Se cumple medio año desde que Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo se estrecharon la mano y los primeros balances, como no podía ser de otra forma, han resultado variopintos, dependiendo de la procedencia.
El más ocurrente ha sido el secretario general del Grupo verde en las Cortes regionales, David Hierro, que ha tenido la osadía de afirmar que la relación de su partido con los populares es “absolutamente fluida y cordial”. Puede que sea cierto, dejando a un lado las doce o quince veces que han chocado en temas fundamentales. Por lo demás se puede hablar de un entendimiento modélico, sobre todo cuando no se dirigen la palabra los unos a los otros.
Para quitarle hierro al asunto, el señor Hierro afirma también que el vicepresidente Gallardo “está desarrollando su actividad de una forma absolutamente normal”. Afirmación rotunda que merece, pese a su contundencia, un par de observaciones. La primera, que la actividad del número dos de la Junta nadie sabe con exactitud cuál es, porque la vicepresidencia nació huérfana de competencias y huérfana sigue. Los trabajos de García-Gallardo se limitan a sus labores verbales, que ciertamente resultan a veces excesivas y casi siempre tan polémicas como políticamente incorrectas, por no decir rayanas en la burda provocación.
El vicepresidente se las ha apañado él solito para levantar ampollas allá por donde pisa, y pisa mucho. Gallardo y su incontinencia bucal se han convertido en la pesadilla diaria del presidente Mañueco, que se habrá arrepentido de aquel abrazo coaligador del pasado 10 de marzo unas doce o quince veces, por lo menos.
Para conocer la versión del PP sobre la marcha del pacto tendremos que esperar a que hoy se pronuncie el siempre diplomático y quedabién Carlos Fernández Carriedo, tras la reunión del Consejo de Gobierno de los jueves. Conociendo al portavoz de la Junta, podemos sospechar que el balance será entre triunfal y apoteósico.
Del otro lado del hemiciclo, los portavoces de la oposición socialista no escatiman en epítetos altisonantes, vituperios en su mayoría. Dice Ana Sánchez, siempre tan radical, que “el gobierno ultraderechista de Mañueco representa la inutilidad absoluta, las antípodas de la buena gestión” y que no ha puesto en marcha “ni una sola iniciativa útil para Castilla y León”. La crítica sería más creíble si moderase un poquitín el tono. Digamos que la gestión de Mañueco viene siendo la que era cuando compartía equipo con Ciudadanos, sin grandes estridencias, salvo las verbales provocadas por sus compañeros, y sin embargo enemigos, de coalición. Decir que no se ha hecho nada bueno en este medio año... ayer sin ir más lejos, el presidente de la Junta anunció seis millones de euros para ayudar a las familias a pagar la hipoteca que se ha puesto por las nubes. No será mucho dinero, quizás no llegue a muchos de los castellanos y leoneses hipotecados hasta las cejas, pero no deja de ser una ayuda. A ver si va a ser Pedro Sánchez el único que puede tirar de presupuesto para contentar a la plebe. Aquí, en Castilla y León, se hace con cantidades modestas, porque no dejamos de formar parte del pelotón de los pobres, mientras en Moncloa todo es a lo grande, el gasto y la recaudación voraz de impuestos. Dónde vas a comparar.
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