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¿Cómo diablos afrontamos la séptima ola?

Miércoles, 4 de mayo 2022, 05:00

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No sé ustedes, pero llevo ya unos cuantos días envuelto en un déjà vu telefónico, el de los mensajes de gente de mi círculo más próximo que me comunica que han dado positivo por covid. En un automatismo adquirido, mi mente se activa frenéticamente para rastrear las situaciones en las que hemos compartido espacio, el dónde, el cuánto y el cómo con el que calibrar la posibilidad de que el virus decida hospedarse de nuevo durante unos días en mi organismo. Un ejercicio mental involuntario que choca contra el deseo ardiente de darle una patada en el culo a la maldita pandemia.

Después del último recorte estadístico aplicado por los de traje y corbata, los pocos datos de los que disponemos muestran que los positivos se disparan, y que de no haber girado la palanca de la gestión del covid (ilustrada con el horrible vocablo de ‘gripalización’) estaríamos hablando de una séptima ola. La pregunta clave es: ¿cómo diablos la afrontamos ahora? Después de apuntarnos al descaro de ir por la vida sin la mascarilla, del retorno de rutinas tan latitudinales como saludarnos con dos besos, de redescubrir sonrisas, parafraseando a Mr Wonderfull Sánchez; dar pasos atrás se antoja demasiado esfuerzo para unas mentes exhaustas de obedecer sin preguntar.

Lo que pide el cuerpo es lanzarse a un pasotismo covidiano de nivel supremo. A lo legionario. Sin más cautelas que las que obliga una ley que se ha convertido, básicamente, en un prospecto de recomendaciones con las que los responsables públicos se guardan las espaldas. Muchos son los que han tomado la decisión de no volver a hacerse ‘la prueba del palito’ aunque caigan las siete plagas bíblicas, una privación voluntaria de síntomas sospechosos que, a estas alturas, yo no me atrevo a censurarles. Más bien, dan ganas de abandonarse a este negacionismo descafeinado y apuntarse al club. Pero... casi siempre hay un pero.

Aparece la vertiente cartesiana de razonamiento, enarbolando el sempiterno mensaje de los sanitarios: ‘el virus sigue ahí fuera y la pandemia no se ha acabado’, y sofoca de una ráfaga los pensamientos más liberales, sanitariamente hablando. Y pienso en nuestros mayores. Y recupero otra rutina, mirar las cifras de ocupación de los hospitales para medir la verdadera dimensión de la ola; después las UCI, después las muertes y trazo un diagrama mental de la puñetera curva, que da la sensación de reírse de nosotros convertida en un bucle infinito.

Así que, después de haberme entregado con regocijo a ir por la vida sin mascarilla, puede que en unas semanas, en otro automatismo pandémico, me descubra con ella al entrar en un comercio o en un restaurante, justo antes de volver a quitármela. Porque a estas alturas solo sé que nada es predecible en esta era que nos ha tocado vivir.... Bueno, algo sí sigue inmutable, que siempre hay quien se lleve una comisión.

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