Cavilaciones de un pesimista
Sábado, 11 de mayo 2019, 05:00
La mayoría de los españoles está de política hasta la coronilla. Hemos pasado en pocos años del silencio durante “la oprobiosa”, la prohibición de partidos, ... y la inseguridad jurídica, a la plétora de formaciones políticas, la desbocada libertad de expresión, y el excesivo garantismo jurídico, que ampara a delincuentes y malandras. De ahí el enorme desprestigio de los políticos y el desdén ciudadano por la cosa pública. Estamos hasta el gorro, el moño, las turmas, el occipucio – elijan ustedes -, de concejalitos, alcaldetes, parlamentarios sin discurso y gobernantes mediocres, con sus excepciones. Mayormente por estas fechas, que padecemos la segunda campaña electoral seguida. Lo dice mejor que uno el prestigioso ensayista Vila-Matas : “Los políticos tienen una importancia desmesurada para la vulgaridad de su mundo. Ocupan las pantallas a todas horas con declaraciones banales, que luego sesudos comentaristas analizan con ridícula profundidad”. Cierto, ocupan frívolamente las pantallas, las ondas, los periódicos de papel y digitales, con la única competencia de futbolistas y personajillos de la categoría, por no decir la calaña, de Matamoros o la Esteban.
Un ejemplo aún caliente del más alto nivel de esa banalidad, de su espantosa vulgaridad: el encuentro en la cumbre Sánchez-Iglesias. Son nada menos que el presidente del gobierno y quien quiere entrar a saco en el. Declaración “genial” del podemita a la salida: “Si en algo nos hemos puesto de acuerdo ha sido en que vamos a trabajar para ponernos de acuerdo”. ¡Hele, y no tiene novio! ¿Tomadura de pelo, desvergüenza, villanía...? Es un cóctel de todo eso, con gotas de marxismo y chavismo. Fue el encuentro de un profesorcillo de tercera, con otro que obtuvo el grado de doctor plagiando a cencerros tapados. Pero es que mañana gobernarán sobre esta España donde triunfan los ambiciosos mediocres, con jetas más duras que el granito de Sorihuela, y convicciones más blandas que los merengues de Tobías.
¿Dónde quedó el sentido del Estado que poseen correligionarios suyos como Felipe González, Alfonso Guerra, Paco Vázquez, Corcuera, Leguina...? Añado a Rubalcaba, no solo por su prematura, dolorosa marcha, sino porque discrepó siempre – de forma reservada -, como “socialista hasta el final de sus días”, de Pedro Sánchez. Para nuestra desgracia el sanchismo, compuesto de audacia, ignorancia, falta de principios morales, incrustados en el cráneo y el cuerpo de un guaperas (que como dice una amiga mía rojilla, “tiene un polvete”), ha arrasado y vuelto para quedarse. Nunca un mal jugador de baloncesto había llegado a tanto, ni España a tan poco.
Pero los hay aún peores. Ahí tienen ustedes a Otegui, que puede chantajear al Estado con sus escaños separatistas, haciendo alegatos contra la violencia machista, cuando la ETA de sus amores asesinó ¡a más de sesenta mujeres!, y ni ha pedido perdón, ni dice qué colegas dispararon, en crímenes con autor encubierto. Lo rescató el impresentable de Zapatero – que ahora defiende a Maduro -, llamándole “hombre de paz”, y la Secretaria del PSOE de Euskadi y en el PNV toman copitas con él. Y ahí tenemos, tan fresca, a la aspirante a la alcaldía de la teresiana y pacífica Ávila por la lista podemita, condenada a treinta años por el asesinato de su pareja, pegando sus carteles de inicio de campaña (Digo yo que, habiendo perdido aquí las primarias ganemitas, Virginia Carrera podía haber regresado a su Ávila natal, para presentarse allí en lugar de Pilar Baeza. Y de paso, librarnos de sus ocurrencias, la penúltima sacarle la lengua en la calle a un amigo que se quedó mirando su particular vestimenta). Quienes gustan de llamarme machista, sepan que a todo el que me quiera oír digo que actualmente en España solo hay dos políticos, Inés y Cayetana. Pongan ustedes mismos los apellidos.
¿Dónde vamos con los actuales personajes públicos, tan lejos de quienes lograron el pacto constitucional y el socio-económico? Son incapaces ni siquiera de empezar el diálogo sobre el imprescindible, urgente, pacto educativo. Carecen de grandeza y de patriotismo. España parece importarles muy poco. Los símbolos del Estado son quemados o silbados impunemente. Un representante del Estado – el de la Generalidad, que nos considera “bestias” -, se permite no salir a recibir ayer en Barcelona al Jefe del Estado, pero viaja a Waterloo para recibir instrucciones de un prófugo de la Justicia española, al que, pásmense, los Tribunales permiten presentarse a las elecciones de la nación de la que pretende separarse. ¿Pero hasta dónde vamos a llegar con este buenismo y cogiéndonosla con un papel de fumar? En Venezuela no hay papel, y menos para liar cigarrillos, la perinola... o las alubias. Por eso ocho de cada diez niños menores de cinco años padece desnutrición. Angelitos.
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