Cambio de rumbo
Aunque sea pedir peras al olmo, creo que la inmensa mayoría de los españoles deseamos un cambio de rumbo en la política nacional, lo cual ... exigiría acuerdos profundos y estables entre el PSOE con lo que queda de Ciudadanos y con el PP. ¿Para qué? En primer lugar, para salir con bien y unidos de la crisis sanitaria, económica y social que nos ha traído la pandemia; en segundo lugar, para realizar una serie de reformas legales que me parecen imprescindibles y así iniciar una Segunda Transición que dote de estabilidad y de fortaleza a la democracia española. Un mínimo de sentido patriótico en los partidos constitucionalistas debería llevar a esos acuerdos, quizá formando “a la alemana” un Gobierno de concentración nacional. En fin, que algo en política parezca inviable no exonera a los ciudadanos de buena fe de exigírselo a sus representantes.
En primer lugar, una ley de Partidos. Y una de las cosas que había de contener esa hipotética Ley de Partidos sería la regulación (o mejor la eliminación) de las llamadas elecciones primarias, de suerte que no se pueda imponer a través de ellas un sistema endogámico, plebiscitario y, en suma, caudillista, tal como ha ocurrido en el PSOE, hoy en manos del sanchismo.
Sea como sea, existe legislación comparada que ofrece algunos modelos que pretenden, precisamente, controlar la actividad de las direcciones de los partidos. En Alemania, la Ley de Partidos prevé la celebración de congresos al menos cada dos años (art. 9.1). Por su parte, en el Reino Unido los grupos parlamentarios funcionan en la práctica como parlamentos internos que controlan al líder. En el Partido Laborista, por ejemplo, el 20% de los diputados puede presentar una moción de censura contra su líder y proponer un candidato alternativo, dando lugar a la convocatoria inmediata de un congreso si gana la moción en el grupo. Y además, en septiembre de todos los años se celebran las conferencias anuales en las que se renuevan las direcciones de los tres grandes partidos británicos.
Solo con nuevos mecanismos democráticos será posible controlar a las direcciones de los partidos y, sobre todo, garantizar la supervivencia interna de dirigentes con discursos alternativos a la dirección que puedan, llegado el caso, formar nuevas mayorías.
Insisto, porque es fundamental: la competencia entre políticos en el interior de los partidos es la única medida preventiva contra la corrupción, la única forma de pedir responsabilidades políticas y de que surjan líderes valiosos y políticas alternativas. Todo lo cual constituye un bien jurídico y político a proteger.
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