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Primer apunte. Escribo desde lo alto del puerto de Somport, a 1.640 metros de altitud, en la provincia de Huesca y en la frontera con Francia. A esa altitud no hay nieve. Enfrente están las pistas de la estación de esquí de Candanchú prácticamente sin nieve, lo mismo que en Astún. En el pico de Collarada, referencia de la zona, sí hay nieve, pero, según los lugareños y conocedores de la zona, menos de la que correspondería por estas fechas. Si se hace un repaso a lo que sucede en las otras cadenas montañosas de la península, la situación es similar.

Y eso quiere decir que no tenemos reservas de agua significativas para afrontar la primavera y el verano. Vamos, que en los dos próximos meses va a entrar poca agua en los embalses, que en muchas cuencas están bajo mínimos.

Además, las tierras se muestran resecas, la sequía campa a sus anchas y se necesitan lluvias (porque de la nieve a estas alturas habrá que irse olvidando) como el comer.

Segundo apunte. Ahora toca justamente hablar de las cosas de comer, con las que no se debería jugar. Pues bien, llega la ministra Calviño y dice que los precios de los alimentos están descontrolados. Pero ¿en qué quedamos?

Lo digo porque el 8 de febrero, hace poco más de mes y medio, en respuesta a una de las preguntas planteadas en la sesión de control en el Congreso de los Diputados, dijo que ella ya había notado en “su cesta de la compra” que las medidas adoptadas por “su Ejecutivo” habían surtido efecto y que pagaba menos por los alimentos.

Poco después, el 20 de febrero, Luis Planas, tras la reunión del Observatorio de la Cadena Alimentaria, señaló a bombo y platillo que los precios de los alimentos habían tocado techo.

Pero, hace justo diez días, salió el IPC de febrero con subidón en el componente alimentación incluido.

Para remate, el miércoles, el Banco de España alertó de que los incrementos seguirán.

Tercer apunte. Y, ¿qué tienen que ver la falta de nieve en las montañas, la sequía y los precios de los alimentos? Pues muy sencillo: como no venga una primavera muy lluviosa puede que las cosechas se resientan con carácter general y que ese hecho contribuya a que los precios de los productos agroalimentarios sigan, sigan y sigan subiendo. Eso, por un lado.

Por otro, no se deben descartar restricciones de agua, no ya para el regadío, sino para el abastecimiento domiciliario. En Cataluña ya están en ello y en la Cuenca del Guadalquivir, que se encuentra bajo mínimos, tres cuartos de lo mismo.

La situación se presenta más que complicada y la única solución pasa por la llegada de las lluvias, sin descartar alguna nevada tardía. Pero el climatológico no es el único factor que incide sobre la subidas de los precios de los alimentos.

En la UE hay uno de fondo que es clave: cada vez se ponen más dificultades para producir a los agricultores y ganaderos. Habrá que reflexionar.

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