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La ministra Ione Belarra, de campaña para sustituir a Pablo Iglesias, soltó ayer en Extremadura: “Reivindico el amor como el motor de la política”; “ese profundo sentimiento ha caracterizado los siete años de trayectoria de Podemos”; “nos mueve el amor por nuestro país y su gente”. ¡No me lo puedo creer!, quizá porque tengo, como Federico, “un alacrán que por mi pecho mora”. ¿Pero y si si?, como pregunta siempre José Mota. ¿Habré encontrado, por fin, la mujer y el partido que me quieren? Belarra, miamol, ¿llega hasta mí tu cariño, o es solamente un guiño?

Ya era hora que una política valiente -Navarra siempre palante-, cuestionara esos desapacibles dichos, al suelo que vienen los nuestros, hay amigos, enemigos y compañeros de partido... En Podemos y desde Podemos reina el amor universal, el evangélico “amaos los unos a los otros”, quizás La Fraternidad Universal, porque esta nació en Venezuela (país tan querido por Iglesias, financiado, Monedero, recaudador, Errejón, porque hacen tres comidas diarias). Pero Ione, mormío, es que si miramos la foto de hace siete años, ¡no queda ni uno de los discípulos amados! Pablo se los cepilló uno a uno, como a Tania y Bescansa. ¿Dónde el amor? Bueno, hay científicos que sostienen que solamente dura siete años (El título de “La tentación vive arriba”, de Billy Wilder, es “The seven years itch”, la urticaria del séptimo año).

¡Qué difícil nos lo pones!, Ione, my love, tié cojones. En Podemos os queréis tanto, tanto, que defendéis al que agredió a una heladera, al de la mochila explosiva, el que pegó a un policía, la que maltrató a un municipal..., por recordar solo algunos condenados por la Justicia. ¿Eso es amor o complicidad? Pero ¿de verdad verdadera quieres al prójimo, aunque se llame Santiago Abascal y sea soltero o Casado? Y yo que creí que en Podemos, “pernocta -hacia los adversarios-, el irascible lastre del desamor”? (Caballero Bonald).

El no va más es la promiscuidad política, vuestra “ternura entre pueblos”. Me derrite. Belorra, cariño, ¡me has conmovido! Voy a intentar querer a las concejalas Carmen Díez y Virginia Carrera, ¡aunque no sea correspondido!, coño. Por aquello de Federico, “Que no se acabe nunca la madeja/ del te quiero, me quieres, siempre ardida/ con decrépito sol y luna vieja”.

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