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Recuerdo años en los que más de veinte mil castellanos y leoneses se reunían en Villalar en los primeros años de la autonomía. La mayoría de los asistentes en aquellos tiempos prehistóricos acudían a la Campa con más espíritu lúdico que festivo, con la idea de compartir una tortilla y una botella de vino. También había un porcentaje importante de sindicalistas, líderes de organizaciones sociales y militantes de partidos de todo pelaje (algunos de militante único), y unos pocos representantes de la Junta y las Cortes

Eran otros tiempos. Ayer Villalar concitó a menos de tres mil personas, una participación de las más bajas en más de cuarenta años de historia. El tiempo no acompañaba, pero en ediciones anteriores, con viento, lluvia y frío, se llegaba al menos a los diez mil participantes.

La fiesta de Castilla y León es siempre un escenario en el que nuestros políticos se retratan y más ahora que arranca la primera legislatura del pacto entre PP y Vox. El primer retratado es el presidente del Parlamento regional, Carlos Pollán, que en consonancia con el programa de Vox, contrario a las autonomías, decidió quedarse en casa calentito. Su problema es que como presidente de la Fundación Villalar le toca organizar los fastos y eso casa mal con su ausencia de la fiesta.

Un grado más en la incongruencia de los verdes lo marcó ayer el líder regional y vicepresidente de la Junta, Juan García-Gallardo, que criticó el evento en un mensaje en redes sociales. “Unámonos todos contra esas elites que extraen rentas al pueblo para pagar su fiesta autonomista y globalista”, escribió el número dos del Gobierno regional, no se sabe si para criticar a su compañero Pollán, al Ejecutivo al que pertenece o al maestro armero. En todo caso, hay que tener mucha imaginación para encontrarle un carácter globalista al festival de la Campa, donde la jota castellana, el ribera y los hinchables compiten con las viejas chapas de los trasnochados comunistas.

El socialista Luis Tudanca criticó en la Campa a un PP que antes era “tan moderado” y ahora se ha echado al monte. De eso se deduce que Tudanca mentía cuando señalaba al PP de Mañueco como lo peor de la peor derecha de España y de Europa. Ahora resulta que era un partido moderado. Cómo cambia la historia.

El líder de Comisiones, Unai Sordo, fue un poco más lejos en la expresión de sus pesadillas y habló en Villalar de Vox como “el equivalente de la ultraderecha europea que dirige países como Hungría y Polonia y que ha contemporizado con Rusia en los últimos años”. Quizás Abascal y sus seguidores han estado asesinando ucranianos en Mariúpol y no nos hemos enterado. Da la impresión de que una parte importante de la oposición y de la izquierda social y política de la Comunidad esperaba un clamor social con algaradas callejeras contra el pacto PP-Vox, y como no se ha producido, intentan provocarlo.

El líder de UGT de Castilla y León, Faustino Temprano, sin dejar de ser crítico con la formación del nuevo Gobierno regional, era más comedido y, sobre todo, más práctico, cuando pedía en Villalar “dejar atrás la palabrería para comenzar a dar soluciones inmediatas a la sociedad de esta Comunidad, en una situación de crisis económica ante la que las medidas están llegando tarde y deberían ser abordadas con el Diálogo Social y en las Cortes”.

En una línea parecida se pronunciaba el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, para quien lo importante ahora es combatir problemas como el de la carestía de la cesta de la compra o la subida de los precios de la energía. Y en cuanto a los temores de la oposición ante su pacto con Vox, el presidente lo deja muy claro en la entrevista que hoy publicamos en LA GACETA: menos prejuicios y más hechos.

En fin, que Villalar es como un espejo poliédrico en el que cada cual ve lo que quiere ver.

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