Animales y animalistas
En los EE.UU. el movimiento “políticamente correcto” (esa plaga que no cesa) ha dado un paso más imponiendo nuevas exigencias en las universidades privadas. ... Los alumnos ricos y mandones a menudo deciden allí qué libros y qué temas se pueden abordar en un curso y cuáles no, y, dado que los alumnos se comportan como “clientes” por los altísimos precios que sus familias pagan, a los profesores no les queda otra que tragar y plegarse. De suerte que la “libertad de cátedra” se ha visto muy seriamente dañada.
A propósito de esto, Javier Marías escribió (EPS, 9 de junio) lo siguiente: “Algunos colleges han creado, a petición de estos alumnos-clientes, “cry rooms” y “pet rooms”, esto es, cuartos a los que retirarse a llorar y cuartos con mascotas, para que los alumnos se acerquen a acariciar conejos, perros, gatos y no sé si cerdos y se calmen así en tan amable compañía”.
Y esa es otra, porque a la plaga de lo políticamente correcto se ha sumado en España el “animalismo”, que según nos recordaba Francisco Pascual ese mismo 9 de junio en El Mundo se ha colado, por ejemplo, en los autobuses públicos de Valladolid mediante unos carteles con la imagen de un toro y un eslogan que dice: “Los animales no somos cosas”.
En efecto, los animales no son cosas, pero tampoco saben emplear la primera persona del plural, como hace el toro del cartel. Este discurso animalista, vacío, acientífico y sin sentido hace del animal el mudo depositario de la ideología, los anhelos y las frustraciones de esos promotores estúpidos.
Pascual nos recordaba a este propósito un viaje suyo reciente a Ponzano (Huesca) donde conviven familias oriundas de la zona, muchas de ellas mayores, con otras jóvenes de escaladores que trabajan en la sierra de Guara. Todos tienen un contacto intenso con la naturaleza y saben que sólo la caza evita que los jabalíes se paseen por las plazas donde juegan los niños. En aquella zona del Alto Aragón basta con posar la mirada en cualquier rincón para observar alguna masacre. La que desencadenan entre sí los animales, cada cual con su instinto. La violencia es ley común en la naturaleza, mientras que la sociedad se regula por la moral. Y meter en la cabeza de los animales cualquier moral –moral que implica siempre alguna obligación- les va a costar un rato a estos necios.
Pero estos cenutrios, que se hacen pasar por progresistas, no se enteran de nada ni se atienen a razones. Pienso, además, que están en contra de la tauromaquia sólo porque es “la fiesta nacional”.
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