Ahora no, presidente
Dicen que el arte más complicado de la política reside en la gestión de los tiempos. En el caso de Alfonso Fernández Mañueco, junto a ... la gestión de las manecillas del reloj se le exige un ejercicio extra de cristiana paciencia y sabia templanza. Con los compañeros de Gobierno que le han tocado en suerte, cada día es un sobresalto, como si viviera en un sótano de cualquier ciudad del Donbass ucraniano.
En ese ámbito, para Mañueco es tiempo de tragar, y está demostrando una envidiable capacidad para encajar los disgustos que le llueven desde el lado verde de la Junta. Si los de Vox dicen que hay que regalarle una camiseta a los alcaldes de los pueblos salmantinos asolados por el fuego, pues Mañueco y su siempre fiel escudero Carlos Carriedo, ya están corriendo a la tienda a comprarla. Eso sí, a ver quién es el guapo que le entrega el maillot a los corregidores. Puede acabar en el pilón.
En cuanto a la gestión de los tiempos, el presidente regional entiende que ha llegado el momento de exigirle a Pedro Sánchez un nuevo sistema de financiación autonómica, y ahí creo que se equivoca de medio a medio. Con el del Falcon no se puede ir ni a cobrar una bonoloto. ¿Piensa Mañueco que el inquilino de La Moncloa, aupado a los colchones presidenciales por nacionalistas, independentistas y golpistas vascos y catalanes, va a favorecer a Castilla y León en el nuevo reparto? Hay que ser ingenuo para pensar que Sánchez va a reequilibrar la balanza para darle menos a sus compinches de la Generalidad y del Gobierno vasco (o de Navarra) y más a un presidente regional del PP que gobierna con Vox. Eso, sencillamente, no va a ocurrir.
La gestión de los tiempos exige esperar a que Alberto Núñez Feijóo llegue a la Moncloa y entonces será el momento de renegociar la financiación autonómica. Y no porque el gallego pueda aprobar un reparto justo, que dé más al que menos tiene, pero seguro que no será un atraco a Castilla y León como el que sufriríamos si dejamos la distribución en manos del sanchismo-comunismo que nos desgobierna.
A los privilegiados de la financiación en España, que siempre han sido vascos, navarros y catalanes, no les ha mentido mano ningún presidente de Gobierno desde Adolfo Suárez para acá. Ni siquiera Mariano Rajoy tuvo arrestos para enfrentarse a ellos cuando gozaba de mayoría absoluta. Siempre que se ha cambiado el reparto ha sido para peor. La tradición que se ha consolidado consiste en premiar a los desleales, a quienes trabajan con denuedo para separarse de España, y castigar a las regiones que, como Castilla y León, mantienen la lealtad al Estado por encima de sus propios intereses.
No es el momento. Con Feijóo probablemente no salgamos favorecidos, pero con Sánchez.... Mejor ni pensarlo.
La ingenuidad de Mañueco alcanza el más alto nivel cuando plantea “acciones conjuntas” de todas las comunidades autónomas para cambiar el modelo. Suena tan bonito como imposible. No sé en qué mundo idílico vive el presidente de la Junta, pero en el mundo real de esta España cainita, poner de acuerdo a los presidentes autonómicos es una utopía de tamaño sideral.
Se queja Mañueco de que Castilla y León ocupa el 20% del territorio y recibe solo el 5% de los fondos estatales. Es un buen argumento, pero enfrente se va a encontrar a otras autonomías más pobladas que exigen un reparto por habitante y no por extensión, y ahí saldríamos perdiendo. Luego está el famoso asunto de las balanzas fiscales que inventó en mala hora el exministro de Hacienda Cristóbal Montoro, y que apunta a una “sobrefinanciación” de nuestra Región en detrimento de Madrid, Cataluña o Valencia.
Es decir, que argumentos hay para arre y para so. Así que meterse en ese berenjenal teniendo como árbitros a Sánchez y a su ministra de Hacienda y ahora número dos del PSOE, María Jesús Montero, es como ir a un combate de boxeo con el brazo escayolado. Nos las iban a dar de todos los colores.
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