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Agencia de trileros

Miércoles, 14 de diciembre 2022, 04:00

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¿Alguien de los que está leyendo estás páginas creyó de verdad en la posibilidad de que Salamanca se convirtiera en la sede de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial? Es posible. Es necesario incluso, no vaya a ser que todos terminemos en el grupo de Incrédulos Anónimos que rechazan todo aquello que tenga cierto aroma político.

El ejercicio de trilerismo del gobierno de Mr Wonderfull Sánchez con la deslocalización de algunas sedes ha sido tan grosero que ofende la inteligencia de los ciudadanos, y especialmente de sus votantes. Vender la idea como una herramienta contra la despoblación y luego adjudicar las primeras instalaciones a Sevilla y La Coruña es una sobrada política solo a la altura de los que piensan exclusivamente en el tacticismo electoral, en el mapa del reparto de escaños y alcaldías.

Triste intento el del PSOE regional, que incluso lo vendía como una decisión magnánima de su ‘todopoderoso’ presidente por elegir a comunidades gobernadas por el Partido Popular. Menudo cuajo. El mismo que han tenido los populares desprendiéndose de toda responsabilidad del nulo éxito de las candidatas de Castilla y León. Ninguno de ellos ha sido valiente, ni unos ni otros han estado a la altura.

Durante meses, las candidaturas de Salamanca a liderar la Inteligencia Artificial o la de León para la Agencia Espacial Española se han convertido en otra más de las armas arrojadizas que los principales partidos se lanzan en un combate eterno, estéril y aburrido. Ya ni se plantean aquello de ‘La Unión hace la fuerza’, un axioma que pierde todo su sentido cuando las fuerzas son opuestas, irreconciliables.

Hubo un tiempo en el que presumimos del ‘oasis político’ que se respiraba en Castilla y León, con partidos capaces de alcanzar consensos más o menos estables. Ahora, abrimos los informativos nacionales con las broncas en las Cortes regionales. En esa lucha dialéctica, de grosería y decibelios, no parece que haya espacio para el acuerdo. Y los que pierden en ese trilerismo son los de siempre, los ciudadanos.

Esta vez se nos han escapado unas sedes, por ver está si serán más etéreas o reales, pero en el futuro se esfumarán otras oportunidades. Ya hay suficientes cambios en la sociedad como para sumarle una incómoda dosis de inestabilidad política. Y luego se tirarán de los pelos cuándo los partidos provinciales les remuevan el tablero. Ellos sabrán.

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