Adoptados y adaptados
Se siente uno contento y feliz, pero sobre todo agradecido ante muchas cosas en la vida. Nunca faltan momentos ni personas que te ayudan a ... sentirte feliz, decir lo contrario sería mentir o, cuando menos, faltar a la verdad. Es por ello que ser reconocido ante Salamanca como hijo adoptivo genera en mí todo un remolino de sentimientos, todos ellos gratificantes. Gracias Salamanca. No puedo decir lo mismo al ver la cruda y dura realidad de las personas ucranianas, acogidas, adoptadas a consecuencia de una guerra sucia e indecente, nauseabunda y vomitiva. Una guerra, que como tantas otras muchas realidades, como tantas muchas otras guerras ignoradas y olvidadas, no deja de estar envuelta en asquerosos intereses y múltiples manipulaciones en función de los objetivos que genera el afán de poder y de tener. Llama poderosamente la atención el nivel de adaptación y el gran número, cada vez mayor, de adaptados sin espíritu crítico y mucho menos reivindicativo, dispuestos a aceptar pulpo como animal de compañía y tragar con ruedas de molino, así como sapos y culebras, con el único fin de permanecer en su status o lucrarse miserablemente a costa del dolor, el sufrimiento y las miserias humanas. Cada vez es más difícil encontrar la generosidad en estado puro, cada vez resulta más difícil proclamar aquella bienaventuranza: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. A pesar de todo aún quedan inadaptados y reivindicativos. El sábado sin ir más lejos, la hermana María Muñoz, que forma parte de la congregación de las Hijas de Jesús, muy volcadas con la realidad de Ucrania aquí en Salamanca, me decía que el mundo está muy mal, que es una pena lo que está pasando, que es una tristeza ver como está el mundo, ... Curiosamente concluía diciéndome: “Manolo, pero aún así hay mucho y muy bueno, de eso es de lo que hay que tirar”. La buena hermana me insufló una gran dosis de ilusión y esperanza, con sus poco más de noventa y seis años, la buena hermana ponía así de manifiesto su fe en Dios y en la humanidad. Queda claro que no es cuestión de edad sino de actitud y de compromiso. Tal vez sea eso lo que nos está fallando o mejor dicho, en lo que estamos fallando, en la actitud y el compromiso. Algo en lo que este Papa Francisco, tan despreciado y hasta odiado por muchos, está recordándonos continuamente y de distintas maneras, aunque a muchos no les haga ninguna gracia. Siempre es más fácil echar balones fuera que asumir responsabilidades, siempre es más cómodo cambiar de canal y mirar hacia otro lado. Desgraciadamente lo hacemos cada vez más y sin necesidad de televisor ni de mando a distancia. En el día a día de la vida nos cuesta muy poco dar la espalda a cualquier realidad que nos resulte incómoda.
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