A cara descubierta
LAS primeras fueron de tela y prácticamente caseras, luego llegaron las quirúrgicas y después se vieron en abundancia las estampadas con todo tipo de dibujos, ... tanto de usar y tirar como lavables, y en los últimos meses han sido muy valoradas las FFP2 en distintos formatos. Durante dos años las mascarillas han estado de moda, aunque haya sido por una obligación impuesta, pero como sucede con todas las modas, ha llegado su fin.
Después de muchos meses ya vemos las caras de nuestros compañeros de trabajo más allá de una retirada fugaz de la mascarilla para beber agua. Cierto es que algunos nunca se cubrieron la boca y adquirieron una habilidad especial para taparse solo cuando alguien se acercaba, pero de forma general llevamos dos años sin vernos las caras, algo que no va más allá en el caso de personas adultas, quizás podemos tener una arruga más, pero en adolescentes estos veinticuatro meses han sido cruciales, puesto que han pasado de niños a jóvenes con sus granos, su vello facial y otros cambios propios de la edad. Los médicos hablan del síndrome de la cara vacía, una fobia que se caracteriza por la sensación de inseguridad que le genera a una persona dejar al descubierto la cara. Tienen mucho trabajo por delante los psicólogos con los más jóvenes, los principales afectados por la pandemia junto a los mayores, sin duda, una generación marcada por la covid a la que seguro deberíamos prestar más atención.
Esa generación estrenará, además, los cambios en el sistema de enseñanza impulsados por el Gobierno del PSOE y Podemos, así que habrá estudiantes que entren en una carrera universitaria sin haber aprobado todas las asignaturas de Bachillerato. Desde luego, un premio para los alumnos que, salvo contadas excepciones, menos se esfuerzan por obtener buenos resultados. Sin embargo, con los jóvenes más brillantes, los que estudian sin descanso para conseguir entrar en el grado de sus sueños, el Gobierno que lidera Pedro Sánchez no es tan blando, al contrario, planea implantar nuevas pruebas de aptitud en Educación y en Medicina. En este último caso la quejas de los alumnos están más que justificadas. ¿Se imaginan que un estudiante que ha obtenido casi la nota máxima en la EBAU, que roza los 14 puntos, incluso los 13 puntos, se pueda quedar sin estudiar Medicina como consecuencia de esa nueva prueba de aptitud? ¿A los 18 años se puede saber mediante un test psicotécnico si un alumnos tiene cualidades para ser médico? Quizás ese tipo de pruebas sean muy precisas, la verdad es que lo desconozco, pero estoy segura de que un estudiante que ha conseguido más de 13 puntos en la EBAU tiene una base de conocimientos suficientemente sólida como para hacer frente a carreras como Medicina o Biotecnología o cursar un doble grado en Física y Matemáticas, entre otras muchas titulaciones de grado.
Es una más de las decisiones incomprensibles de los ministerios de Educación y Universidades y no terminan ahí pues ayer mismo en el Claustro el rector Ricardo Rivero denunció el decreto de creación de centros universitarios por ser demasiado laxo con las universidades privadas que no cumplen unos criterios mínimos de calidad.
Por cierto, en el Claustro de la Universidad de Salamanca celebrado ayer en el Paraninfo de forma presencial, como no sucedía desde hace más de dos años, no faltaron las mascarillas. Salvo algunos alumnos que se atrevieron a acudir con la cara descubierta, la mayoría de los asistentes optó por cubrirse la boca. Esperemos que en la sesión del Claustro de inicio de curso de octubre o noviembre la imagen sea bien distinta. En cualquier caso, el hecho de reunir con total normalidad a cerca de 200 personas en el Edificio Histórico es un síntoma más del ansiado fin de la pandemia.
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