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Hace poco más de una semana por circunstancias de la vida, porque Dios así lo ha querido o, porque como decía Joaquín Sabina: “El diablo va y se pone de tu parte”, tuve la dicha de encontrarme en el camino de la vida con nuestro flamante presidente de la Audiencia Provincial. El buen hombre, con la exquisitez que le caracteriza y la educación que le envuelve, tuvo a bien preguntarme sobre una situación vivida y compartida por ambos en determinado momento. Comencé mi respuesta frunciendo el ceño y antes de articular palabra me dijo: “No hace falta que me digas más, a buen entendedor ...” A raíz de esta respuesta brota mi reflexión de hoy a modo de opinión. Porque muchas veces es de este modo como brotan las ideas, planteamientos y reflexiones. Así lo planteaba Román Álvarez, hace apenas cuatro días en el Casino de Salamanca, en la presentación del libro de su autoría “Merinas y churras”. Por cierto a beneficio de Proyecto Hombre, gracias por ese altruismo humilde, sencillo y auténtico como el propio autor. Ojalá cunda el ejemplo. “A buen entendedor...”, qué gran verdad encierra dicha expresión, no me cabe la menor duda de que todos en general y algunos en particular pillamos enseguida la idea o el concepto. Ahora bien, ¿qué nos está pasando con el lenguaje, por muy coloquial que sea? o ¿quizá por qué lo es demasiado? En general cada vez es más pobre, por no decir paupérrimo a riesgo de que alguno no entienda el palabro. Es cuestión de hacer oreja en cualquier terraza o a la salida de un colegio público, privado o concertado. El lenguaje y las expresiones que se escuchan son muy fáciles de entender pero difíciles de acoger como adecuadas, si lo que pretendemos es educar desde el respeto, la tolerancia, la solidaridad... Asimismo me llama la atención que en este país proliferen los “todólogos”. Todo el mundo controla de todo, hay auténticos doctores y hasta afamados catedráticos y muchos son fáciles de encontrar, especialmente en las redes sociales. Lástima que su humildad les obligue a esconder su sabiduría en el anonimato y el seudónimo. Decía que con tanto saber sin embargo cuesta entender la realidad que nos toca vivir y dar respuesta adecuada a las necesidades del momento. Por ejemplo, es difícil de entender la rápida respuesta con la normativa para fumar en las terrazas y la lentitud para determinar el uso de mascarillas en centros terapéuticos o la posibilidad de la salida con pernoctación por parte de los residentes en centros de tratamiento. Donde nos encontramos con una guía al respecto que no se actualiza desde el mes de mayo y ante cualquier pregunta la administración da la callada por respuesta. Una cosa es que “a buen entendedor ...” y otra muy distinta es el silencio sepulcral. Como estas son muchas las situaciones que no hay quien las entienda por muy buen entendedor que uno sea. En fin, “a buen entendedor... buena sombra le cobija” ¡Qué cúmulo de despropósitos!

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