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Lunes, 31 de agosto 2020, 11:45
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Leyendo uno de los magníficos artículos del maestro del lanzado, Carlos Azpilicueta, titulado “La Involución de la Pesca a Mosca” o lo que es lo mismo, retroceso de la pesca a mosca, me viene a la mente una reflexión sobre un tema que ya en alguna ocasión he llegado a tratar y que me ha ocasionado no pocos sinsabores y comentarios ácidos fuera de lugar por parte de algún que otro pescador, es lo que tiene formar parte de un colectivo en ocasiones demasiado visceral y por lo general muy poco reflexivo, que suele poner en entre dicho todo lo que no gire en torno a su ombligo.
En su día escribí un artículo, no muy favorecedor, sobre el uso de unos artilugios denominados “perdigones” que cumplen a la perfección con unas reglas muy enraizadas en los tiempos que nos ha tocado vivir, mínimo esfuerzo, fácil de utilizar, y máxima eficacia, conceptos, a mi modesto entender, contrarios a lo que debería de ser la pesca a mosca. Si en la pesca a mosca suprimimos el maravilloso arte del montaje y la técnica depurada del lanzado con la única finalidad de capturar más peces estaremos inventando una nueva forma de pescar que no deberíamos denominar pesca a mosca.
Comenzar la práctica de la pesca a mosca con el objetivo principal de la efectividad no es el camino para convertirse en un pescador de mosca, sería más fácil y sobre todo productivo no abandonar la pesca al tiento con cebo natural, pesca de por sí muy similar a la realizada con estos artilugios denominados “perdigón” a caballo entre una bola de tungsteno y un pegote de barniz multicolor, carentes de pelo, pluma y sobre todo de imaginación. No creo que la pesca a perdigón sea peor ni mejor, sencillamente es eso, pesca a perdigón, de ningún modo pesca a mosca.
La pesca a mosca en esencia, no va de sacar más peces, de la forma más rápida posible, eso hay que dejárselo en exclusiva a la competición. La pesca a mosca debe ser otra cosa, donde al practicarla, por un instante el mundo se detenga y entren en juego sensaciones como: la meditación, la quietud, la espera, la observación y la infinita paciencia del pescador, si bien es verdad y no le falta razón al maestro Azpilicueta: “Nunca la pesca a mosca, a lo largo de su historia había sufrido una involución tan retrograda y deprimente. Repito nunca, y lo peor es, que no hay quien lo pare”.
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