Estos días, ni rebequita por si refresca, que superaremos los 25. Pero el domingo, vuelta a sacar el abrigo porque bajamos a 2. En los reservados para hablar del tiempo, que son los ascensores, no falla eso de lo loco que va esto y que será el cambio climático. Lo tenemos asumido. Nunca habíamos vivido un mes tan loco, o eso parece. Y ¿será o no será?
Para resolver el embrollo no hace falta inteligencia artificial: es abrir el refranero y encontrar perlas como «febrero, loco, y marzo, otro poco» o «de marzo no te fíes que es traidor, tan pronto frío como calor».
Si dices lo anterior, que en un refrán escrito hace cientos de años ya se decía que marzo era de días de frío y de calor, te envían la etiqueta de negacionista del cambio climático a casa. Aunque no lo hayas dicho. Aunque sólo quieras poner sobre la mesa la utilización ventajista del cambio climático. Quejarte de que en los últimos años siempre está presente y que ese miedo social se utiliza para poner en marcha medidas que son simplemente ideológicas.
Cada vez que ha habido una situación anormal, como ausencia de lluvias, el Gobierno ha reiterado que le sirve como «acicate» para «hacer más deprisa y bien lo que sabíamos que teníamos que hacer». Traducido: menos agricultura y ganadería y más medio ambiente. Es reducir regadíos, como ha dicho el número 2 de Teresa Ribera y aprobar, como ya se ha hecho en Europa a propuesta del PSOE, la Ley de la Restauración de la Naturaleza, que reduce las tierras de cultivo.
Si no llueve, siempre es por el cambio climático, esa excusa para hacer «lo que sabíamos que teníamos que hacer». Aunque sequías haya habido siempre. Como la de 2002, como la de 2005, con el embalse de Santa Teresa seco. Pero entonces no se hablaba de cambio climático. Ahora sí y se nos dice que su principal efecto es sobre el agua, con caída de las precipitaciones, algo que se nos ha insistido en que será habitual. Este año se ve que no.
Se espera que Ribera hable en nada y con enorme entusiasmo de la gran noticia del aumento de precipitaciones de este año, por encima de los valores normales en la mitad oeste. O de ese enero de pluviometría normal en todo el territorio. O de esa Andalucía que ahora respira. No parece. Ella es más de pronunciarse en situaciones de años extremadamente cálidos y secos, o de años de olas de calor o de incendios en marzo. Ahora a lo mejor no sabría qué decir. A lo mejor no podría hablar del cambio climático y entonces no podría «hacer más deprisa y bien lo que sabíamos que teníamos que hacer».
Que se ve que no es aumentar embalses o construir nuevos; que se ve que no es crear regadíos, a pesar de que con el cambio climático vayan a sufrir y bajar rendimientos en cultivos de secano; que no es potenciar la ganadería intensiva, donde el cambio climático tiene menos efectos.
Lo que le preocupa a la ministra, y se ve que mucho, es la mariposa de los pastos. Tiene que protegerla, que está bien que la proteja, y además pronto. Urge porque se ve que con el cambio climático marzo viene este año loco, pero que muy loco.