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Ser ganadero es una profesión vocacional. Siempre se ha dicho que en este oficio no hay días ni horas. «Es muy esclavo, no hay relevo, ni los hijos de los ganaderos se quieren quedar», opina Alfonso Domínguez, ganadero que comparte explotación de vacas lecheras junto a su sobrino, Diego Yagüe, en Paradinas de San Juan.
Lo de estos ganaderos es vocación y amor a su profesión. Ambos se han dedicado a cuidar de sus vacas desde niños. «Yo llevo más de 30 años en esto, porque lo tengo montado ya. Si es ahora me dedico a otra cosa», confiesa DiegoYagüe, quien comparte la opinión de su tío en relación a la falta del relevo generacional. Como ejemplo ponen el cierre reciente de una explotación en Paradinas de San Juan, «porque se jubiló el dueño». Ahora, quedan en funcionamiento diez explotaciones de vacuno de leche.
Estos trabajadores que tienen que estar disponibles los 365 días del año y las 24 horas del día. «Si te llama el robot da igual la hora, tienes que estar para solucionar la incidencia», cuenta Diego Yagüe. Por suerte, en su explotación gozan de las últimas tecnologías para facilitar el trabajo y proporcionar a las vacas el mayor bienestar. Estos días de calor las reses cuentan con grandes ventiladores y lluvia artificial o rociadores de agua para reducir las temperaturas. Además, cuentan con dos robots en los que las vacas se ordeñan solas y tienen otros sistemas automáticos para la limpieza de la granja entre otras tecnologías.
Otro de los problemas es que no encuentran personas para que les ayuden. «Nadie quiere trabajar en esto», se quejan.
Para colmo, «en verano bajan el precio de la leche porque están cerrados los colegios», apunta Alfonso Domínguez. «Pero los piensos y otros gastos no bajan de precio», añade y coincide con su sobrino.
Alfonso y Diego tienen 160 vacas, 90 de las cuales están actualmente en producción. Calculan que cada vaca produce alrededor de 40 litros diarios de leche. Cada día les recogen 3.700 litros de leche.
En relación con la recogida de la leche dicen no tener problemas, de hecho «si produjéramos más, más se llevarían», dice Alfonso Domínguez. No obstante el precio no convence porque los gastos son muchos. Han tenido que hacer un esfuerzo ímprobo y sacrificios muy grandes durante toda su vida para contar con unas instalaciones avanzadas sin las cuales quizá no alcanzarían la rentabilidad.
Otro apartado que les tiene de cabeza son los cada vez más duros requisitos administrativos, exigencias y trámites burocráticos. «Estamos aguantando porque lo tenemos montado y ahora no vamos a cambiar de profesión, pero la explotación que cierra ya no vuelve a abrir», cuenta Diego Yagüe.
«No sabemos si la leche la van a traer de China o van a ser todo macrogranjas porque a nosotros no nos dejan vivir», asevera Diego Yagüe, seguro de que si continúan las dificultades actuales las ganaderías familiares están en peligro de extinción. Este modo de vida tiene los días contados.
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