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Tras lo sucedido en Valencia, las Confederaciones Hidrográficas van a estar en el primer plano de la actualidad. Y eso es bueno, para ver si de una vez por todas se pone el foco en estos organismos y se hace una reforma en profundidad de los mismos, algo a lo que ninguno de los gobiernos que han existido desde la llegada de la democracia se ha atrevido. Ayer se registró un nuevo rifirrafe entre el Ministerio para la Transición Ecológica de Teresa Ribera y el presidente valenciano, Carlos Mazón, a cuenta de lo que hizo o dejó de hacer la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) en las horas previas a la tragedia y del riesgo de desbordamiento de ríos y barrancos en esa demarcación. Va a ser un asunto recurrente durante los próximos días, que no debe hacernos perder de vista el problema de fondo existente, que ilustro con dos ejemplos. Las Confederaciones, ni limpian ni dejan limpiar los cauces de los ríos y sus orillas, provocando que se acumulen maleza, ramas secas y troncos, así como basura y suciedad; el resultado es que, cuando llueve torrencialmente, se producen embolsamientos por la acumulación de todo ese material, que se rompen por la fuerza del agua y terminan provocando problemas muy graves de inundaciones. Segundo ejemplo, que afecta de manera más específica a los agricultores y los ganaderos: la gestión de los riegos, la situación de los pozos, tanto legales como ilegales, exigen una serie de trámites burocráticos, que, si en el caso de todas las Administraciones ya son lentos, en el de las Confederaciones Hidrográficas son lentísimos, y además se resuelven al grito de ordeno y mando. Vamos, que son organismos intratables e intocables.
Las Confederaciones Hidrográficas dependen en estos momentos de la ministra «sanchista» de Transición Ecológica, Teresa Ribera, que ha estado casi desparecida del mapa preparando su examen ante el Parlamento Europeo, que será la próxima semana. Y escribo casi, porque no ha tenido más remedio que aparecer para participar en las reuniones de un comité de crisis que ha creado Sánchez para seguir las consecuencias de la Dana. Pero hasta ese momento, y durante las últimas semanas, había desaparecido del mapa. Y otro que también ha estado desaparecido ha sido el ministro «sanchista» de Agricultura, Luis Planas. Nada por aquí, nada por allí, en su agenda, a pesar de ser valenciano y de que el sector agrario es uno de los más afectados. Eso hasta ayer, cuando se reunió por video conferencia con Miguel Barrachina, el consejero del ramo de la Comunidad Valenciana. Además, Planas no forma parte del citado comié de crisis del Gobierno de Pedro Sánchez, lo que demuestra lo poco que «pinta» y la escasa preocupación de los sanchistas por el sector agrario en esta catástrofe.
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