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Destacan en la nave de ovino y quienes las ven se extrañan. La mayoría, porque jamás había visto antes unos animales así o porque estaban convencidos de que eran ovejas antes de leer bien el cartel.
Ellos, Clark y Jaime, vienen de una explotación de Ledesma de cabras de angora. Su propietaria es Rocío García, una entusiasta ganadera, ingeniera agrónoma, que compró en 2019 en Francia los primeros ejemplares de esta raza. Los que ha llevado a la feria ya nacieron en su explotación.
Le preguntan por ellos pero no vende porque uno de los grandes problemas que tienen es que son animales «muy delicados» y «crían mal», reconoce. «En Francia la explotación con más cabras de este tipo puede tener 20 ó 25», dice. Por eso son un capricho, el de Rocío García, que reconoce que disfruta vendiendo la lana de estas ovejas, del que se obtiene la fibra de mohair con la que se elaboran, por ejemplo, mantas o bufandas, o el pelo de los muñecos hiperrealistas «Reborn». Recuerda que cuando trajo las cabras de Francia ya pagó por cada una de ellas en torno a 350 euros.
En la feria esta también con una muestra de su rebaño de ovejas charolesas: en la nave de ovino están Emilia, Úrsula o los dos machos, Vidal y Morante, que es caso aparte, porque cuando pasa la gente se acerca a la valla para buscar una caricia.
Rocío acude por la mañana a la feria y después se va a su explotación, donde también tiene vacas y cerdos ibéricos, de los que ahora, en concreto de torbiscales, empieza la aventura de iniciar una línea de embutidos. Es su primer año en la feria.
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