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Domingo, 20 de junio 2021, 12:02
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¿Quién no ha cometido la ‘locura’ de salir una mañana de Salamanca rumbo a Aveiro o Gijón y regresar por la tarde? Lo reconozco, es una completa paliza. Seis horas de viaje en coche que cansan, y mucho. Pero el premio es muy suculento. Pasar una jornada en la playa y rematarla con una comida en un templo gastronómico. En Salamanca podemos cantar eso de “¡vaya, vaya!, aquí no hay playa”. Pero sin embargo tenemos la ‘suerte’ de poder pisarla sin necesidad de organizar unas vacaciones ‘como Dios manda’ o ni tan siquiera hacer una escapada de fin de semana. En un solo día está a nuestro alcance. Y no sólo para los que quieran ir en coche. Son muchos los viajes organizados en autobús que te dejan a primera hora de la mañana en Costa Nova o en la playa de San Lorenzo de Gijón y te devuelven a la ciudad del Tormes por la tarde. Más cómodo, imposible. Por eso vamos a hacer un repaso de las playas más cercanas a Salamanca. Para que cuando los termómetros se disparen hasta los 40 grados en julio, no haya excusa para no refrescarse en las frescas aguas del Atlántico o del Cantábrico.
Aveiro es y será por siempre la “playa de Salamanca”. Nuestra salida al mar “natural’. El viaje más cómodo que nos hermana con el país vecino y nos permite recibir esa inconfundible brisa del Atlántico. Tres horas justas separan la capital salmantina de las playas de Costa Nova y Barra. Ambas pertenecen al municipio de Ilhavo, pero son conocidas por todos como las playas de Aveiro. Kilómetros de arenales separados por diques y abiertos de par en par a la furia del Atlántico. Esa es su principal desventaja, un fuerte oleaje, un agua intensamente fría y un viento que obliga a comprar uno de los tan típicos paravientos.
Costa Nova gusta por su colorido. Inconfundibles son sus casas cien por cien marineras que combinan a rayas verticales el rojo, el azul, el blanco y el amarillo. Entre ellas se encuentran restaurantes en los que paladear exquisiteces como las almejas de la ría, pescados frescos y el imprescindible bacalao a brás. Por su parte, Barra presenta una arquitectura más sobria y tosca donde destaca su inconfundible faro, el más alto de Portugal y uno de los mayores de Europa. Tiene la ventaja de contar con una playa cerrada con diques que la protegen del oleaje.
Tres horas y cuarto separan a Salamanca de la opción más cercana en el Cantábrico. Se trata de la siempre maravillosa y divertida Gijón. Una de las ciudades más habitables, amables y acogedoras de España. Una debilidad para muchos salmantinos que viajan a tierras asturianas para vivir un intenso fin de semana o para hacer una escapada exprés de un día. Allí nos espera la que quizás es la playa más conocida del paraíso natural asturiano, la de San Lorenzo. Un arenal urbano de un kilómetro y medio delimitado al oeste por el cerro de Santa Catalina y al este, por la desembocadura del río Piles. Cuenta con todo tipo de equipamientos. Es ideal para hacer largos paseos por la arena y posee además un animado paseo marítimo donde destaca su conocida y simbólica Escalerona.
Más pequeña y con menor ocupación se encuentra la playa de Poniente. Fue creada en los años 90 en el oeste de la ciudad. Tiene 500 metros de arenal y, al encontrarse protegida por el puerto, el oleaje es más reducido. En Gijón, al igual que en Portugal, no nos podemos olvidar de la gastronomía. Tapear en lugares como Plaza Mayor acompañados de una botella de sidra, es casi una obligación.
Santander es otro de los fetiches para los salmantinos, como Matalascañas lo es para los sevillanos y Punta Umbría, para los extremeños. No es extraño caminar por el paseo de Pereda en pleno agosto y no cruzarse con algún paisano. La capital cántabra está a algo menos de tres horas y media de Salamanca y eso se nota. Además conserva ese aire señorial, elegante y clásico que gusta y encandila. Su playa más emblemática es el Sardinero. Cuando hay pleamar se divide en dos, pero con bajamar es un arenal idóneo para pasear sintiendo en las piernas la suave caricia de las frías aguas del Cantábrico.
Santander tiene además otros alicientes, como pasear por su península de la Magdalena, degustar buen pescado fresco a precios asequibles en el barrio Pesquero o alejarse del mundanal ruido en busca de la desconexión más absoluta en el faro de Cabo Mayor.
Volvemos al Atlántico. Al igual que Santander, nuestro próximo destino se encuentra a algo menos de tres horas y media en coche. Es la ciudad de Espinho. No tan vistosa como Aveiro, pero con la ventaja de tener la playa en su casco urbano y junto a un interesante paseo. Conocida por su Casino, Espinho posee un interminable arenal que presume de ser el mejor que hay en los alrededores de Oporto. Al igual que ocurre en Costa Nova, el oleaje el fuerte y la temperatura del agua es baja.
Los aficionados a caminar pueden hacerlo por la arena, pero también por la pasarela de madera que sale desde Espinho y llega hasta Vila Nova de Gaia, a las puertas de Oporto. Un paseo repleto de alicientes donde se suceden interesantes restaurantes para paladear la siempre fantástica cocina lusa.
Finalizamos de nuevo en Cantabria. Las playas más cercanas a los salmantinos que tenemos en esta región están en la localidad de Suances, a unas tres horas y cuarto de la capital del Tormes. El más famoso de sus arenales es el de La Concha, llamado así por su forma. Tiene un kilómetro de longitud y un grado de ocupación alto en temporada alta. La pequeña cala de La Tablía, el pequeño arenal de El Sable y las playas de La Riveruca, Ribera y Los Locos, son otras de las opciones que da esta agradable localidad.
Suances es también un paraíso para los surferos y puede ser un buen centro de operaciones para conocer desde allí otros enclaves de la costa cántabra como Comillas o San Vicente de la Barquera.-
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