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LA ANCIANITA Clase magistral de antiguos alumnos de la Escuela de Tauromaquia.
GANADERÍA Novillos de López Chaves, noble pero rebrincado; El Collado, de excelente condición, premiado con la vuelta a al ruedo en el arrastre; José Ignacio Charro, de gran juego; Montalvo, deslucido y sin clase; Escudero de Cortos, bueno; y Sánchez Herrero, con carácter y buen fondo.
DIESTROS
Salvador Ruano. Estocada muy fea (oreja que no pasea).
Juan del Álamo. Pinchazo y estocada (rabo).
Manuel Diosleguarde. Excelente estocada (rabo).
Antonio Grande. Estocada (oreja).
Alejandro Mora. Media estocada en lo alto (rabo).
Raquel Martín. Estocada contundente (rabo).
A la clase magistral le sobraron trofeos y le faltó intensidad. No ayudó la poca entidad de los novillos y se impuso la entrega de Juan del Álamo, la templada faena de Manuel Diosleguarde, los detalles de gusto de Raquel Martín y la torería de Alejandro Mora. Entre todos ellos, y dentro de muestrario ganadero, un novillo para el recuerdo, Rociero, de la ganadería de El Collado, que embistió de maravilla, de primeras, en el capote de Juan del Álamo y no dejó de acometer hasta el último suspiro. La bondad vino acompañada por un depósito de bravura de entregada y templada condición que permitió gozar el toreo, que no regaló nada pero que pidió exigencia y mando, sin lugar a los errores ni tampoco a las florituras. Todo serio. Todo entregado. Como fue su propio comportamiento. El premio del pañuelo azul para la vuelta al ruedo en el arrastre fue el de mayor valor del derroche de trofeos. Hubo otro novillo sobresaliente, el que salió a continuación de José Ignacio Charro, que fue todo entrega, nobleza, calidad y distinción. Se resbaló y tomó siempre con bondad la muleta de Diosleguarde, que lo trató con mimo y firmeza. Suya fue la faena más redonda.
De pobre presencia y escasas carnes, el de Charro tuvo distinción en sus embestidas y se vino arriba en el tercio de muleta después de que Diosleguarde ordenara no salir al caballo de pica. No venía cuento. Y el astado se creció ante la templada muleta de su matador. Lo cuajó a placer en los primeros compases para ir cortándole las distancias y terminar metido en sus terrenos, donde jugó en cercanías con aplomo y sin exigencia alguna. La rectitud, y la lentitud, con la que hizo la suerte suprema, enterrando la estocada en todo lo alto fue otra de las notas altas del conjunto de la tarde.
Antes, Juan del Álamo se había gustado con asentadas verónicas en el brillante y emotivo saludo capotero al de El Collado. Saboreó el arrogante quite por chicuelinas en los mismos medios. La faena tuvo altibajos y no terminó de lanzarse pese a la efervescencia de su matador. Rociero pedía mando pero no permitía ni un despiste. Exigía suavidad pero a la vez exigencia. Tan mimado lo quiso llevar siempre Del Álamo en los primeros compases que no pasaba de las líneas rectas. Le tropezó demasiado al final, aunque el arrebato del torero siempre quedó por encima de todo. El epílogo, por ajustadas bernadinas, puso aquello en ebullición. Un pinchazo precedió a una buena estocada que le valió los máximos trofeos.
Otro buen novillo fue el de Julián Escudero de Cortos que, pese a mansear en los primeros compases, cuando se quedó a solas con Raquel Martín se centró y embistió muy bien. La novillera, que se estiró con arrogancia a la verónica, cayó en la cara tras el remate capotero y, al incorporarse precipitada, el novillo hizo por ella cuando decidió, equivocadamente, la carrera a los medios. Inevitablemente se hizo presa porque además, los capotes tardaron demasiado en llegar en su auxilio. Se veía que la iba a coger… y la zarandeó. Un susto. Luego firmó una faena interesante, con buen asiento, con solvencia y buen trazo en las formas que perfumó con brillantes aires de torería. Mató también con contundencia. Salió este novillo sexto, de manera equivocada, en quinto lugar, por lo que Alejandro Mora terminó cerrando el festejo. Y suya fue la tanda que quedó por encima de todas en la retina de los aficionados, una casi como epílogo de un trasteo repleto de detalles de gusto, por naturales a pies juntos, en la que exigió, mandó y tiró con autoridad imponiéndose a la condición de un novillo de Sánchez Herrero, con carácter, que pidió mando y exigencia siempre.
Sin suerte Antonio Grande con un astado feo, deslucido y sin gracia de Montalvo, sin recorrido ni entrega, estuvo tesonero en faena larga, como la de Salvador Ruano al que abrió plaza que no pasó de voluntariosa ante la noble condición del astado de López Chaves que exigió más autoridad para limar el defecto que tenía en el derrote al final del muletazo y aprovechar así la nobleza que escondía.
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